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Ni siquiera se estremece su ardiente seno iracundo al paso del fiero baguio que desvasta en un segundo, azotando en su locura la enorme esfera del mundo. Velado por blancas nubes yace en un frío mutismo; ningún rumor de amenaza se escapa de su hondo abismo ¿Está en vísperas y acaso se reconcentra en mismo y prepara en sus entrañas un horrendo cataclismo?

El marino, bajo el peso de su fracaso y de las extraordinarias libaciones, se sumió en un mutismo enfurruñado. En el barrio de Chiaia se separaron. Ferragut, al quedar solo, sintió con más fuerza los efectos de la embriaguez que le dominaba, una embriaguez de sobrio, con la sorpresa fulminante de la novedad. Por un momento tuvo la mala idea de ir á su buque.

Estas dificultades, hasta entonces no sospechadas, surgían de pronto, como surgen los escollos al rasgarse la bruma cerca de una costa. Un ambiente de duda, de timidez y mutismo se extendía por el buque según éste iba avanzando. Los emigrantes de popa, esquilados, rapados y vestidos de limpio, permanecían silenciosos, con visible indecisión.

Esto no es viví. ¡Premita Dió que el domingo me agarre un toro, y ya hemos concluío! ¡Pa lo que vale la vía!... Estaba algo borracho. Desesperábale el mutismo ceñudo que encontraba en su casa, y más todavía aunque él no lo confesaba a nadie aquella fuga de doña Sol sin dejar para él una palabra, un papel con cuatro líneas de despedida. Le habían puesto en la puerta, peor que a un sirviente.

Su elocuencia trocose en mutismo; su antigua arrogancia, en el más profundo convencimiento de la propia indignidad; su exaltado amor a la vida, en el desvío total de todo goce, de todo triunfo. ¿Hacia qué corredor lleno de celadas había enderezado sus pasos? ¿Qué escalera de maleficios habíase puesto a descender a la vejez?

Su esposo advirtió en ella una sobriedad verbal que rayaba en mutismo; y según su costumbre, no hizo esfuerzo alguno por corregirla. En toda casa es preferible siempre la concisión de una mujer a su locuacidad, y Thiers no tenía gran empeño en alterar esta regla. En la mañana del día 8, Rosalía, vestida con pulcra sencillez, se despidió de su marido.

El mutismo del príncipe sirvió para que ella perdiese la nerviosa exaltación que le hacía expresarse con tanta vehemencia. Déjame murmuró dulcemente . ¿De qué modo servirte? Ya no soy una mujer, soy una vieja; tengo tantos siglos como el dolor. necesitas una amante, y yo soy simplemente una madre... una madre con remordimientos.

¡Muy bien! dijo á otros sudamericanos que ocupaban las mesas inmediatas . Hay que reconocer que han estado muy gentiles. Luego, con la vehemencia de sus veintisiete años, acometió en el antecomedor al joyero, echándole en cara su mutismo. Era el único ciudadano de Francia que iba á bordo. Debía haber dicho cuatro palabras de agradecimiento. La fiesta terminaba mal por su culpa.

Juntos habían acogido con un mutismo de altivez a los que subieron en Lisboa, sospechosos intrusos para la tranquilidad de los primeros ocupantes; y así habían navegado hasta Tenerife. Pero ahora empezaba el verdadero viaje: la vida común lejos de toda tierra, sin que un nuevo chorro de extraños pudiese turbar la paz del convento flotante, y todos se sentían unidos por repentina fraternidad.

Le hacía saber los sucesos más importantes de Barcelona y del mundo entero; comentaban juntos los futuros destinos de Esteban; oía él con arrobamiento su voz dulce, concediendo gran importancia á los detalles de economía doméstica ó á las descripciones de fiestas religiosas, sólo porque era ella la que hacía tales relatos. Muchas veces quedaban en largo mutismo.