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Según yo iba leyendo los borradores del Aligator, no pude menos de recordar al excelente don Amaranto de Fraile. ¡Qué unidos y qué opuestos los dos personajes! Estaban en la relación de los dos polos de un eje. Uno era el autodidacto; otro, el dogmático. Los dos estaban aquejados de libido sciendi, concupiscencia de saber, lujuria científica.

Hay un cuartito que comunica con el salón de actos, desde donde se oye todo divinamente. A ese cuartito irán algunas personas que no gustan de mezclarse con el público, por razones dignas de respeto; por ejemplo: Escobar, el Aligator. ¿Cómo se iba a sentar él, con aquella ropa de pordiosero, al lado de las señoras? En suma: que usted viene con nosotros.

Belarmino se hundió en una especie de marasmo o abstracción. El Aligator, triunfante, hacía guiños y visajes, preguntando por señas a los otros qué les había parecido la experiencia. De los demás, la mayor parte se retorcían, ahogando la risa; algunos enarcaban las cejas y fruncían el labio, remisos en aceptar el valor probatorio de la anterior experiencia.

Justamente, la única afición de Belarmino al arte zapateril consistía en restaurar calzado viejo, cuanto más viejo mejor, y con unos miserables despojos crear un par flamante. Era una afición pareja a su vocación filosófica. Y así, acogió aquellas valetudinarias botas del Estudiantón o Aligator con marcada reverencia y afectuosidad.

El mundo es como una gran lonja, llena de sordos que aspiran a verificar sus transacciones; todos gritan; hay un horrendo rebullicio; pero como no se oyen los unos a los otros, no se concluye ningún trato. Cuando hubo salido el Aligator, el estudiantillo travieso declaró en voz alta lo que todos pensaban para : Ese hombre desarrapado está tan loco como el zapatero.

Si alguno le cuchicheaba al oído, él no se daba por enterado. El Aligator, por su parte, atravesaba una de sus crisis galvánicas y se estremecía convulso, dando ya por anticipado que la experiencia iba a fracasar.

Un día se presentó en el cuchitril de Belarmino Froilán Escobar, alias el Estudiantón y también Aligator, a que le pusiese palas y medias suelas a un par de botas, que para llegar a ser un verdadero par de botas no necesitaban, además de las palas y de las medias suelas, sino refuerzo en el contrafuerte, unos trozos de la caña y unos cuantos botones.

Froilán Escobar, alias Estudiantón y Aligator, murió de hambre, lo cual cae dentro de la lógica inmanente de las cosas.

Los frailes y los señores de Neira dejaban a Belarmino en libertad, que viviese a su gusto, como inocente criatura de Dios que no podía hacer daño a nadie. Una de sus últimas enseñanzas consistió en un a manera de apólogo, muy breve, que confió a Escobar, el Aligator, y que éste tuvo la suerte de poder traducir en lengua vulgar.

Y ahora, ¿qué dicen ustedes? preguntó Escobar, en un arrebato impropio de su natural modosidad. Que nos hemos reído la mar respondió el estudiantillo desenvuelto. Esa es una contestación festiva, y el asunto es serio replicó severamente el Aligator. Sin duda entró a decir un dentista apellidado Yagüe , ese zapatero sabe lo que dice y emplea siempre las mismas palabras para los mismos objetos.