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En Nare se engrosó el número de los pasajeros con un robusto Escoces, explotador de minas, un dentista, que forzosamente resultó ser yankee, y un antioqueño que, tan luego como entró al vapor, promovió una rifa, y empezó sus especulaciones.

Menester es, si tales cuestiones han de tocarse sin escandalizar a las gentes, que por larga experiencia y profundo estudio sepa tocarlas el escritor con destreza y suavidad, como el cirujano y el dentista que manejan bien el escalpelo y el gatillo para rebanarnos un pedazo de carne o para sacarnos una muela sin inútil dolor y sin grave daño.

Y ahora, ¿qué dicen ustedes? preguntó Escobar, en un arrebato impropio de su natural modosidad. Que nos hemos reído la mar respondió el estudiantillo desenvuelto. Esa es una contestación festiva, y el asunto es serio replicó severamente el Aligator. Sin duda entró a decir un dentista apellidado Yagüe , ese zapatero sabe lo que dice y emplea siempre las mismas palabras para los mismos objetos.

Pierda usted cuidado. Mientras dure el lance, no sentirá usted dolor alguno en las piernas. ¿No le ha sucedido dejar de sentir el dolor de una muela en el momento de llamar a la puerta del dentista para sacarla? Este símil consolador produjo inmediatamente en el ayudante un acceso de risa, que duró buen rato.

Valero comenzó a sacudir la cabeza de un modo desesperado. Los demás le miran y sonríen. Saleta no lo advierte, o finge no advertirlo, y continúa con la palabra firme y sosegada y el acento gallego que le caracterizaban: Después perdí enteramente el miedo. En la Coruña me sacó un dentista cinco seguidas.

Pues ya que tan duras entrañas tenéis, os deseo que cuando la plaga empiece á matar ingleses se os lleve á vos el primero.... ¡Pesia ! Lo que á vos os duele, seor dentista, es que muriéndose medio mundo os quedaríais poco menos que sin trabajo, vos que sólo entendéis de despoblar quijadas y apenas ganáis hoy para pan y queso.

Por lo menos, a Belarmino su filosofía le ha servido para ser un santo. En esto estaremos todos conformes. Pues para hacerse uno santo replicó el dentista, con aire avieso, pensando que la objeción que ahora se le había ocurrido era irrefutable no es menester inventar un idioma distinto e ininteligible.

Solía quejarse el tío Frasquito con harta frecuencia de dolor de muelas, y aprovechaba esta ocasión para desplegar toda la boca con gesto doloroso, poniendo de manifiesto una magnífica dentadura, limpia, igual y blanca, como las teclas de un piano que le había costado diez mil francos en casa de Ernest, famoso dentista de Napoleón III.

Segundo Tte. Arístides Hernández Rodríguez. Teniente Dentista. Pablo Alonso Sotolongo. Tte. Jefe Sanidad. Antonio Rodríguez Valdés. Primer Tte. Músico Pablo Cancio Quintero. Teniente Farmacéutico. Juan González Ramírez. Coronel. José Francisco Lamas. Comandante. Felipe Blanco. Capitán. Desiderio Petterson y Hermoso. Capitán. Armando Montes y Montes. Primer Tte. Crescencio Cabrera y Hernández.

Deseo que me responda a estas dos observaciones usted, señor Escobar, que es persona périta. Respondo. En cuanto a lo primero, me remito a su juicio de usted. Dice usted que yo soy una persona périta. ¿Qué quiere usted dar a entender con esta palabra? Hombre... tartajeó, turbado, el dentista , eso la misma palabra lo dice.... Périto es el que conoce una cosa.