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Y así era él: así la mayoría de sus semejantes. Y este animal, que, enloquecido por lo que considera amor, tiene en el momento supremo de su dicha movimientos simiescos, gesticulaciones demoníacas, zarpazos de fiera, es el más noble de la creación, el único depositario de la verdad. ¡Qué dirían de los hombres las tranquilas estrellas si alguna vez habían seguido sus actos con sus guiños luminosos!... ¡Ah, miseria!

Desde que estaba en Can Mallorquí, todos parecían pendientes de sus mandatos, admirándolo como un personaje poderoso y jovial. Margalida ruborizábase con sus palabras y guiños, pero le quería al verle tan abnegado. Recordaba sus ojos llenos de lágrimas una noche en que todos creyeron que iba a morir don Jaime. Valls había llorado al mismo tiempo que mascullaba maldiciones.

Al cruzarse los grupos en su apresurada marcha, se saludaban, como si no se hubiesen visto en mucho tiempo. Cambiaban sonrisas y guiños, lo mismo que en el paseo de una ciudad. Todas las mesas del fumadero estaban ocupadas. Algunos grupos tenían ante ellos un pequeño mantel verde y paquetes de naipes. Ojeda, en una de sus vueltas, vio al señor Munster a la puerta del café.

¡Ya lo creo! exclamó D.ª Serafina, comiéndose con los ojos a su capellán. Y volvió a comenzar entre ellos el tiroteo de miraditas y guiños, prodigándose mil atenciones tiernas que denotaban un estado de felicidad perfecta. La llegada de D.ª Rita no turbó poco ni mucho su éxtasis delicioso.

Que yo te vea; que yo sepa que estás cerca de ...» Durante el concierto, los ojos de ella fueron de ventana a ventana, y al reconocer entre las cabezas del público exterior la cara de Fernando, enviábale por encima de su abanico sonrisas acariciadoras, besos apenas marcados con un leve avance de los labios, guiños malignos que comentaban la marcha del concierto y los errores de los ejecutantes.

Maltrana comenzaba a sentir la inquietud de una situación ridícula viéndose rodeado por aquellos monos malignos. Al volver la cara, sorprendió por dos veces los guiños burlescos, las morisquetas que hacían algunos a sus espaldas mirando al Barrabás. Su hermanastro, con una leve sonrisa, parecía animarles. Del fondo de la galería salieron voces imitando el gruñido de varios animales.

Cuando Paca hablaba, Pepe la escuchaba con la boca abierta pendiente de sus labios como de un oráculo, obligando á callar á los que pretendían interrumpirla, dirigiéndoles á menudo guiños expresivos ó diciendo por lo bajo: «¡Qué pico! ¿eh?... ¡Atiende al golpe!...» Paca no despreciaba por eso á su marido, como pudiera inferirse; al contrario, estimábalo como hombre de inteligencia penetrante, ya que había penetrado todo el mérito que ella poseía y seguía fielmente sus enseñanzas filosóficas.

Las gentes comentaban su ocultamiento con guiños maliciosos. Algún nuevo amor; y sus amores casi siempre eran andantes, necesitando el viaje largo y el cambio de horizontes. Tal vez estaba en Constantinopla ó en Egipto; tal vez se ocultaba en uno de los enormes hoteles de Nueva York. A veces era cierto; en otras ocasiones, los más íntimos de la duquesa afirmaban que no había salido de París.

Dende ayer mañana que no he probao mas que un mendrugo y un poco de leche que me dieron en un chozo de pastor. ¡Güen apetito!... Y volvió a acometer el plato, acogiendo con guiños de ojos y un continuo mover de mandíbulas las bromas de Potaje sobre su voracidad. El picador quería hacerle beber.

Por momentos me parecía que avanzaba sobre la bandada de rostros voladores, y luego retrocedían haciendo con alegre algazara movimientos de miedo, para esconderse después tras una nube, y hacerme desde allí guiños con sus ojuelos, y encantadoras muecas con sus bocas.