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No recuerdo si he dicho que el maestro era joven, cosa, de todas maneras, de poca trascendencia. Educado severamente en la escuela en que Sofía dio sus primeras lecciones, a pesar de todo resistió como un hermoso y joven espartano, las flexibles curvas y fascinadoras miradas, en cuyo ascetismo tal vez pudo contribuir lo exiguo de la comida que tomaba.

Fotog. Tras este grupo de la Velasco, los enanos y el perro están en pie hablando entre dos personas de la servidumbre; un guardadamas severamente vestido de negro y doña Marcela de Ulloa, señora de honor, con tocas que parecen monjiles.

Y se volvió de espaldas. Sacó el dependiente una esportilla de la caja, contó el dinero, y sin más conversación hizo la entrega. Marchose llorando la muchacha, y aún se oía el ruido de sus pasos cuando el caballero de la camisa limpia dijo severamente: No se le olvide a usted apuntar que Gasparón es baja.

Severamente acostada en el hueco de un árbol cercano a la escuela, sólo le estaba permitido hacer ejercicio durante las excursiones de Melisa, quien, cumpliendo para con su muñeca, como lo hacía consigo misma, un severo deber, aquélla no conocía lujo de ningún género. Se le ocurrió a la señora Morfeo, obedeciendo a un laudable impulso, comprar otra muñeca que regaló a Melisa.

Ella entonces, encolerizada, le arrojó al suelo, y echándole las manos al cuello y apretándoselo más de la cuenta, le preguntó severamente: ¿Volverá usted a hacerlo? ¿volverá usted? Andrés dijo que no, y pudo levantarse. Pero estaba tan irritado, que fue a buscar en silencio el sombrero que se le había caído, recogió también la carabina y se marchó sin despedirse.

Después, mirando á su sobrina y viéndola llena de curiosidad dijo severamente: ¿Por qué te ocupas en lo que no te concierne? Vuélvete á nuestras habitaciones, tu sitio no es este. Herminia, extrañada por este repentino cambio, dirigió una última mirada al enfermo y abriendo la puerta, salió de la habitación.

¿Pero qué la importa á su majestad?... dijo severamente doña Clara : don Juan la ha hecho un eminente servicio... la reina se lo agradece... y nada más... ¿qué enredos son éstos?... ¿qué fatalidad puede haber para que se tome el nombre de su majestad de una manera ambigua? Perdonad, señora; pero yo no he querido decir... Cuando se habla de la reina, las palabras deben ser muy claras.

Frunció el entrecejo el marido al oír aquella interjección espontánea en boca de su mujer, y dijo a ésta severamente: Te alvierto que esa palabra no es del mejor gusto para dicha por una señora de tus... contingencias.

La carta decía lo siguiente, en una magnífica letra inglesa de colegio: «Muy señor mío: Habiendo sido severamente castigada por la superiora, hasta privarme por cinco días de toda comunicación con mis hermanas y con las educandas, después de rogarlo con muchas lágrimas, me han dicho que la razón del castigo era que un joven cuyas señas coinciden con las de usted se había presentado al P. Sabino diciendo que era mi novio y que venía a sacarme del convento.

Pero yo me juzgo más severamente que usted y cuántas manchas contiene todavía ese corazón que usted cree purificado. Mido mejor que nadie la profundidad de mi caída y no creo que un ángel como usted pueda levantarme tan fácilmente. No me siento digno de usted, mis Harvey, y lo confieso con una humildad muy meritoria, llorando de agradecimiento por su bondad.