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De orden de V. A. he visto con gusto la Relación historial de los indios que llaman Chiquitos, etc., y me persuado que el ministro evangélico que fuere menos fervoroso, la leerá con sentimiento y rubor, comparando el apostólico celo de aquellos incomparables misioneros con su tibieza, y sólo sentirá alivio en su dolor pidiendo á Dios que por su infinita piedad se compadezca de los años que ha mal empleado en ociosidad.

Yo los he dejado deliberadamente para leerlos en la estancia dijo Lorenzo. -Pues te quedarás sin leerlos repuso enérgica y cómicamente Melchor. ¿Cómo así? ¡Usted, señor D. Lorenzo, va a la «Celia» a pasear, comer y dormir! ¿Y por qué no hemos de leer también? Porque yo mando. ¡Se leerá lo que yo indique y cuando yo lo disponga! Lo que soy yo no puedo pasarme sin leer insistió Lorenzo.

Sólo hay noticias muy escasas acerca de los últimos años de su vida, sin duda porque llevó una existencia sosegada y tranquila, consagrado por completo á la religión y á las musas. A falta, pues, de descripciones más interesantes é instructivas, que tan deseadas son cuando se trata de hombres eminentes, se leerá, acaso, como dato curioso el que sigue, de una antigua obra francesa de viaje .

Por donde mi libro deja de ser insignificante, se transforma en docente ó en documental y merece ser publicado y hasta leído. Creo, por último, que, si al escribirle he desechado toda preocupación interesada y le he escrito con buena fe, candorosa y sencilla, alguien me leerá con gusto, si no con provecho, y esto me basta. DISONANCIAS Y ARMONÍAS DE LA MORAL Y DE LA EST

Le expresé mi placer en verme tan gentilmente acompañado, y no fingía; porque además de no tener en qué ocuparme, me recreaba al mirar aquella figurita meciéndose en la butaca con gran cuidado para no mostrar las piernas. ¿Es usted viajante de comercio, don Ceferino? me preguntó. No, señorita; soy poeta. ¡Ah, poeta! ¡Qué bonito! ¿Hace usted versos? ¿Me leerá usted algunos? ¿verdad?

Dejadlos hasta que se hayan hecho cargo de la distribucion de las piezas, y cada cual haya podido entregarse á los impulsos de su inclinacion favorita. El gran Gonzalo leerá con preferencia las hazañas de Escipion en España, desbaratando á sus enemigos con su estrategia, aterrándolos con su valor, y atrayéndose el ánimo de los naturales con su gallarda apostura y conducta generosa.

Y me leerá otro soneto corto, y después a dar saltos mortales para conquistar el camastro de esos hostales de la bohemia, figones de Satanás con manjares embrujados, que sólo se pueden ingerir cuando se poseen las hambres de doscientos poetas juntos. Nuestro amigo el alquimista NUESTRO amigo Aclayar es alquimista.

Es la perseverancia para habituar el espíritu público a encarar una empresa de tal magnitud con serenidad, con las vistas positivas de un negocio fácil y rápido; es la tenacidad de su lucha contra Inglaterra, que cree ver en ella comprometidos sus intereses. ¡La experiencia de Suez se ha embotado contra la implacable resistencia británica, y dentro de diez años se leerá con indecible asombra el libro que acaba de publicarse, en el que los hombres más notables de Inglaterra declaran un peligro para su independencia la perforación del túnel de la Mancha! ¡Tal así, vemos hoy el artículo sarcástico del Times, burlándose de Stephenson que pretendía recorrer con su locomotora una distancia de veinte millas por hora!

Pero cuanto disminuye su mérito dramático y valor poético, considerada como producción literaria, está compensado por otra especie de interés, que hace enmudecer á la crítica, pues ¿quién podrá ahogar la impresión, que ha de excitarle la pintura de las penalidades, que sufrió el desdichado poeta? ¿Quién leerá, sin conmoverse ni interesarse, las escenas en que el autor aparece en el teatro con el nombre de Saavedra? ¿Quién no participará del elocuente celo, con que excita á sus conciudadanos á rescatar á los cautivos cristianos de Argel?

Corona, pues, de tan justa y superior elección y tan a lo primorosamente labrada merece lucir en la luz de la Imprenta con los aplausos de corona de su autor, voces que sin estar impresas leerá en la obra cualquiera que con la merecida atención la leyere, como también encontrará los demás elogios que se merece mejor que yo les pueda apuntar: Operum proprium est ut externo comendatore non egeant.