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Entonces le ofrescí que entrase mi galeota primero, descubriendo lo que había, y el canal, y no bastando esto, vista su pertinacia, envié á pedir á Juan Andrea con grandísima instancia, y con las mismas razones, que tuviese por bien de que se entrase por aquellos bajeles, y no le paresció; y como yo no llevaba mando ninguno sobre las cosas de la mar, como me desengañó bien en Mecina delante de D. Juan de Mendoza, y quizá por su consejo, hube de tener paciencia y por mejor lo que quería, que no porfiando con él ser causa de que sucediese algún disgusto y se volviese á Sicilia.

Después que le hube explicado, todo lo mejor que pude, me dijo: Lo único que puedo decirle, mi querido amigo, es que ha estado tan cerca de la muerte como ninguna otra persona que yo haya asistido. Ha sido el suyo un caso de los más expuestos que pueden darse. Cuando Seton me llamó la primera vez y lo vi, creí que todo había terminado.

Yo, como en otra tal no me hubiese visto -porque asido del collar, , había sido muchas e infinitas veces, mas era mansamente dél trabado, para que mostrase el camino al que no vía- yo hube mucho miedo, y llorando prometíle de decir lo que preguntaban. "Bien está -dicen ellos-, pues di todo lo que sabes, y no hayas temor."

740 Porque maté una vizcacha otra vez me reprendió; se lo vine a contar yo, y no bien se lo hube dicho: "Ni me nuembres ese bicho", me dijo, y se me enojó. 741 Al verlo tan irritao hallé prudente callar. "Este me va a castigar", dije entre , "si se agravia." Ya vi que les tenía rabia, y no las volví a nombrar.

En pocas palabras le expliqué lo sucedido, y él me escuchó en silencio. Luego que hube terminado, murmuró algo, se persignó, y, como nos despertaron los pasos que se aproximaban del sacristán, salimos afuera y nos dirigimos hacia la ancha plaza, que ya estaba envuelta en una semiobscuridad.

Todo pasaba a vista de mi dama y de don Diego: no se ha visto en tanta vergüenza ningún azotado. Estaba tristísimo de ver dos desgracias tan grandes en un palmo de tierra. Al fin, me hube de apear; subió el letrado y fuese. Y yo, por hacer la deshecha, quedéme hablando desde la calle con don Diego y dije: -En mi vida subí en tan mala bestia.

Pero en breve arremetieron de nuevo, en mayor número, á disputarse las cortezas que yo arrojaba al suelo; y hube de ponerme en salvo para no claudicar entre aquella vorágine de mendigos impúberes. No les bastaron las monedas y las naranjas, pues en un instante se tragaron todas las cortezas, como si fueran pedazos de pan!

Ni la salud de Andrés ni su «piquillo» resistirían cuatro años de gastos, y cuatro años, cuando menos, me serían necesarios para que tuviera yo un título y pudiera tratar de compañero al doctor Sarmiento o al Lic. Castro Pérez. Hube de conformarme con lo que la suerte me deparaba.

Como es natural, hube de trabajar mucho para preparar el recibimiento a tan numerosa concurrencia. Había dispuesto la sala comedor, que es muy grande, para salón de baile; la hice tapizar de un tejido verde, e iluminar muy bien.

Por causa de Alfonso he tenido hoy un gran disgusto: han enviado de Lyón y de Italia a sus tíos y tías gran número de notas por las muchas deudas que ha contraído durante sus viajes; la familia, que sabe que yo le mimo, me hace responsable de sus desaciertos; me han hecho en este sentido muchos cargos, por lo que he derramado lágrimas de amargura. ¡Ah! efectivamente: ¡las faltas de mi hijo son mis faltas! ¿Por qué no hube de ser yo más severa para él desde un principio?