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Continuaba su existencia como si el mundo viviese en una felicidad paradisíaca, unas veces en espera de Freya, evocando en su memoria las esplendideces de su cuerpo, los refinamientos y sensaciones nuevas que le procuraba su pasión; otras abrazado á la realidad, con un arrobamiento que borraba y suprimía todo lo que no fuese ellos dos.

Lo que él quería conocer era el motivo que la había llevado á Java, la isla paradisíaca y misteriosa. Mi marido era comandante holandés dijo ella . Nos casamos en Amsterdam y le seguí á Asia. Ulises protestó ante esta noticia. ¿No había sido un sabio su esposo?... ¿No la había llevado á los Andes, en busca de bestias prehistóricas?...

D. Jeremías no podía estarse quieto mientras relataba tales infamias. Se sentaba, se alzaba, paseaba, manoteaba, chillando al mismo tiempo como un energúmeno. Timoteo sentía correr por sus venas un estremecimiento dulcísimo. A la agitación y cólera que reflejaba el rostro del presbítero oponía su semblante una placidez verdaderamente paradisíaca.

Esa es el colmo de la satisfacción respondió Francisca, absorta hasta entonces en algún pensamiento íntimo, y que pareció que se despertaba de repente. ¡Cómo! tener la presidencia de tantas cosas y poseer el honor de apuntar en su libro de memorias los nombres de tantas personas... es un goce que renace sin cesar... Se está a la cabeza de una sociedad con tan poderoso juego en las manos... Se acabó en Aiglemont el privilegio de la aristocracia añadió echando a Petra una mirada maliciosa; ahora es el reinado de la virtud... Por otra parte, sólo al ver el modo que tiene la Melanval de mover las plumas del sombrero, de colocar la cabeza y de hacer reverencias, se comprende su inefable dicha, al lado de la cual no es nada la felicidad paradisíaca...

Y enfrente de este gran ejército manejado por el Padre Paulí, un candidato de una buena fe paradisíaca, que hacía discursos sobre la regeneración material de la nación y la política hidráulica, pidiendo canales y pantanos, como si á un país cual Vizcaya, en el que llueve todo el año, pudiera interesarle lo que sólo importaba á los maketos, en sus llanuras de Castilla secas, bajo un sol de África.

Todo funcionaba en sus entrañas con una regularidad vital, sujeto á las leyes generales de la existencia. Hasta las tempestades rugían dentro del cuadriculado de una reglamentación. Los dulces vientos alisios empujaban al buque hacia el Sudoeste, manteniendo una serenidad paradisíaca en el cielo y en el mar.

Sus voces languidecían; sus cuerpos, poseídos de atracción mutua e imperiosa, se juntaban como dos hojas de árbol que el viento agita. Acortaron el paso. Juan, deseoso de prolongar aquella emoción paradisíaca, exclamó sin tener en cuenta el intenso frío: ¡Qué hermosa noche! ¡Cristeta, ya eres mía! Espera dijo ella ; antes tienes que oírme.