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En cuanto a Pepe, su incredulidad, su alejamiento de todo lo divino y sagrado resultaban más graves, por ser fruto, no del olvido de las santas verdades, sino de un profundo desprecio de ellas: le empujaban al descreimiento las corrientes de la época, los estudios modernos, la atmósfera cortesana y una indudable predisposición personal.

Empezó á arrojarlo como una lluvia enloquecedora. Corrieron todas las mujercitas que palidecen y se crispan en torno de las mesas por la suerte de un luis único. Se empujaban, rodando sobre la alfombra, lastimándose mutuamente con las manos y los pies por alcanzar una gota de este maná áureo.

Así se refugiaban máscaras a aquel estrecho local, y se apiñaban y empujaban unas a otras como si fuera de la puerta las esperase el más inminente peligro. Iban y venían los mozos aprovechando claros y describiendo sinuosidades como el arroyo que va buscando para correr entre las breñas de las rendijas y agujeros de las piedras.

Acercábase a una compañera, y esta le volvía la espalda; su mesa quedó desierta, porque nadie quiso trabajar a su lado; ponía su mantón en el estante, y al punto se lo empujaban disimuladamente desde la otra parte de la sala, para que cayese y se manchase; dejaba su lío de comida en el altar, y lo veía retirado de allí con horror por diez manos a un tiempo; la maestra examinaba sus mazos de puros, antes de darlos por buenos y cabales, con ofensiva minuciosidad y ademán desconfiado.

Alineábase la gente en el paseo para ver desfilar el cortejo carnavalesco. Primero, la banda, precedida del pasaje menudo: niñeras empujando los cochecillos infantiles; muchachos inquietos que saltaban y se empujaban, coreando a todo gañote la marcha que tocaban los músicos.

Luego, al menor claro en la masa de tropas, volvían á deslizarse por la superficie blanca é igual de la carretera. Eran madres que empujaban carretones con pirámides de muebles y chiquillos; enfermos que casi se arrastraban; octogenarios llevados en hombros por sus nietos; abuelos que sostenían niños en sus brazos; ancianas con pequeños agarrados á sus faldas como una nidada silenciosa.

Por una trapa del techo caían sobre ella brazadas de forraje, empujaban los mozos el calabozo ambulante sobre sus pequeñas ruedas, llevándolo al cercano ferrocarril, e inmediatamente otro cajón era colocado en el pasadizo, repitiéndose el engaño, hasta que quedaban listos para emprender el viaje todos los animales de la corrida.

Todos querían ver á los contendientes y se empujaban, ansiando pasar su mirada por encima de los hombros que tenían delante. El barrenador guipuzcoano era un mocetón mofletudo, de ojos abobados, ruboroso y con cierto miedo, al verse objeto de todas las miradas.

Cinco minutos después la casa estaba entregada al saqueo; el trineo se cargó de jamones, de carnes saladas y de pan; fue sacado el ganado de los establos y los caballos se engancharon al coche grande. El convoy no tardó en ponerse en marcha, con Robin a la cabeza, tocando la trompa, y detrás los guerrilleros, que empujaban las ruedas.

Las velas, hinchadas casi hasta reventar, lo empujaban hacia el Nordeste, y el Capitán lo dirigía al lejano estrecho de Torres, para entrar en el mar de las Molucas y llegar a la isla de Timor. A pesar del encallamiento, el junco no parecía tener la menor avería y navegaba gallardamente por las espumosas olas del golfo.