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Admitirá usted fácilmente que si los motivos enumerados por la señorita Fontane impulsan al celibato, hay otros que le crean... sin impulsar a él... Ciertamente respondió la Fontane con sonrisa burlona. La insuficiencia del dote cuando se es gastadora, es una de esas causas temibles y temidas. Esto es lo que se llama recibir una estocada articuló Francisca. Mea culpa... Mea culpa...

Dios mío interrumpió Francisca, bastantes hay ya; no añada usted más... ¡Niña mimada!... Debe usted comprender, Francisca siguió diciendo la Fontane, que hay almas que sienten la necesidad de sacrificarse por el prójimo en un marco más ancho que el de la familia. Existen muchas nobles hermanas de la caridad, seglares.

Las solteras encierran bastantes mujeres de bien para tener el derecho de enorgullecerse con las mujeres de talento que figuran en sus filas. Con más motivo añadió la abuela, porque no pueden ustedes citar personas vivas. Nada asegura que no se casarán... dijo la Fontane, se han visto casos en estos últimos tiempos. Hablen ustedes de las mujeres de bien dijo la Melanval; será más edificante...

No veo la dificultad dijo Francisca disimulando un bostezo. No hay más que coger la nomenclatura de los premios de virtud en la Academia; eso no puede servir de base. Detestable burlona murmuró la Melanval contrariada. Y añadió dirigiéndose a la Fontane: creo que hay que convenir entre nosotras que si todas las mujeres de bien no son solteras, en cambio todas las solteras son mujeres de bien.

En efecto, puede una sacrificarse de mil modos repuso la Fontane muy risueña. Se trata de encontrar el bueno dijo Francisca, que generalmente proclama que la abnegación es un asunto de edad y de temperamento. Todos son buenos respondió la Fontane.

Es muy difícil el saberlo exactamente respondió la Fontane. La pureza extrema siendo silenciosa, las almas que han huido del matrimonio para sacrificarse a ese deseo virginal, no lo cuentan generalmente. Es un secreto entre ellas y Dios. ¡Secreto ideal!... ¡Secreto de amor!... murmuró la Roubinet con la cara satisfecha de un niño que está comiendo dulces.

No comprendo dijo la Fontane, el horror que usted manifiesta por el celibato... Eso estaba bien en otro tiempo, pero hoy le aseguro a usted que está bien visto el quedarse soltera. No, amiga mía respondió vivamente la abuela. Eso es inadmisible.

La Sarcicourt no participa de esa felicidad hizo observar Genoveva. Vean ustedes cómo contrastan sus aires modestos y su palidez con la amable animación de la Fontane y con la alegría de la Roubinet al buscar una frase o una cita. Veo que te vuelves burlona, Genoveva le dije amenazándola con el dedo. La única respuesta de Santa Genoveva como nosotras la llamamos, fue una fina sonrisa.

, se ve la buena voluntad... Observad qué armoniosa es toda su persona. La mirada, la sonrisa, la voz, el gesto, todo respira el contento. ¿Y la señorita Roubinet? prosiguió Genoveva. ¿Creéis que no acusa una satisfacción perfecta? respondí, pero no es lo mismo. La Roubinet finge la satisfacción de cabeza y la Fontane posee la de corazón.

¿Cree usted dijo Genoveva dirigiéndose a la Roubinet, que las solteronas cuentan en sus filas muchas literatas distinguidas? ¡Cómo! Genoveva dijo la Fontane, ¿olvida usted a nuestra ilustre Eugenia de Guerín?... No, pensaba en ella, así como en Clarisa Bader y en la Bremer. Pero no conozco muchas más.