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Juan no atravesaba nunca la aldea sin divisar en sus respectivas ventanas el apergaminado rostro de la vieja Clement y la risueña cara de Rosalía. Esta última se había casado el año anterior, siendo Juan uno de los testigos, y de los que más alegremente bailaron la noche de la boda con las jóvenes de Longueval.

Y aquellos hombres de fe inquebrantable acogían como risueña esperanza las ambiguas palabras del banquero, prestándoles esto cierta energía para sobrellevar el golpe. A todos los admiradores de don Ramón les había alcanzado la derrota; pero quien más sufría era el señor Cuadros, que de un golpe veía desaparecer todas las ganancias de su vida de bolsista.

Todo lo demás lo hará ella por sola, porque es incapaz de obra mala ni de torpe pensamiento... Pero puede morirse... ¡Dios misericordioso, lo que me duele hasta suponerlo!..., o, cuando menos, puede enfermar, si su naturaleza de ángel no encuentra aquí lo que necesita para vivir risueña... Pues bien: el jugo, el rocío de esa azucena, es el amor, el cariño siquiera. ¡Que no le falte un solo momento!

Váyase, no al castillo del duque de Arcos, donde encontraría recuerdos demasiado tristes; pero a Sorrento, a la orilla del mar, a esa risueña villa que le pertenece y donde la amistad le aguarda. »¡Ah! exclamé. Has olvidado que todo lo he perdido, que nada me pertenece ya, ni aun el aire de mi país, donde fui reducida a prisión, y del que me vi desterrada...

No puedes figurarte qué tono tan displicente sabe sacar esa chiquilla cuando quiere. Si trato de hablar con otra, basta que Esperanza me ponga la cara risueña para que la deje inmediatamente. He llegado a pasar un mes sin dirigirle apenas la palabra; pero al fin no pude resistir más y volví a entregarme. Prefiero su conversación, aunque me maltrate, a la de todas las demás....

Sube á la risueña casita de don Marcos, que será, la suya mientras permanezca aquí. Allá abajo, avanzando sobre el mar, encuentra el promontorio de Villa-Sirena, que es de otro, y vuelve la vista para evitar que renazcan ciertos recuerdos.

Así, instantáneamente se pasa de la vegetación risueña á la melancólica, y de la tersa llanura á los planos inclinados y á las sinuosidades profundas. La noche se acercaba cuando descendí en Alcudia del tren del ferrocarril. Despues de aquellos contrastes puramente materiales iba á conocer otros de carácter social muy interesantes.

Lo que ocurría, a mi entender, era que hasta entonces no había hallado cosa de su gusto en que emplearle, ni sentido seria tentación ni punzante deseo de trocar la divertida y risueña libertad que gozaba, por la relativa opresión de la cadena de flores, pero al fin cadena, con que se estimulan ciertas concupiscencias femeniles al cambiar de estado en aquella edad y en la esfera social en que ella vivía.

El rostro del mártir me causaba risa; era una carita de tonto, pálida, risueña, sin majestad, sin nobleza, sin la expresión augusta que corresponde a santo tan ilustre. A la izquierda, en un marco dorado, bajo un cristal verdoso y orlado de oro sobre fondo negro, un retrato de don Antonio López de Santa-Anna, de gran uniforme, al cuello la cruz de Guadalupe. Uno igual había en mi casa.

¿Quieres más, zarramplín, quieres más? exclamó ella al cabo de un rato entre risueña é irritada limpiándose con el delantal las lágrimas que corrían de sus ojos. ¡Ya me sacaste del alma lo que tenía allí guardado, gran zorro!