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Quise ver más, pero los jinetes hicieron caracolear sus caballos; las primeras hileras de la columna aparecieron, y apenas llegó a mi oído el eco de una proclama de acentos olímpicos pero simpáticos que se extinguía en el estruendo unísono de un aplauso tributado por veinte mil manos. Yo aplaudía también y batía palmas. ¿Por qué aplaude me dijo Alejandro, de mal humor, si no oye nada?

Por todas partes no hay mas que saqueos y robos; se imponen contribuciones forzosas, se confiscan los caballos, las vacas, los bueyes, los carruajes. ¡Bah!, ¡bah!, ¡bah!, no es posible... ¿Qué me dicen ustedes? Eso me asombra; ¡unos hombres tan francos, unos amigos tan buenos, que vienen a salvar a Francia! No puedo creerlo. ¡Después de una proclama tan hermosa!

Cuarenta argollas está labrando el lascivo Murat para conduciros al Norte como a los animales más inmundos... ¡Soldados, gemid de rabia y furor!... Doce millones de hombres os están mirando y envidiando vuestra gloria, y aun la Francia misma ansia por vuestros triunfosRuidosos aplausos y gritos acogieron esta proclama, fielmente recitada con dramáticos gestos por el muchacho.

El otro acto impolítico cometido por el General Otis, fue la publicación de la Proclama del 4 de Enero, estableciendo á nombre del Presidente Mr. Mac-Kinley la Soberanía de América en estas islas, con amenazas de ruina, muerte y desolación á todo el que no la reconociera.

Protesté, pues, contra dicha Proclama, amenazando también con romper inmediatamente las hostilidades; pues el pueblo entero clamaba, «traición», diciendo con fundamento, que la anunciada Comisión civil pedida por el almirante Dewey, era una farsa y que lo que había pretendido el General Otis era entretenernos para traer refuerzos y más refuerzos de los Estados Unidos, con objeto de aplastar de un sólo golpe nuestro novel y mal armado ejército.

Su cara se sublimaba por la fe. ¿Qué destello divino era el que de sus ojos emanaba? No puede darse idea del timbre de su voz al decir: «¿Para qué leyes? Soy mi propio testigo, y mi cara proclama un derecho. Soy el retrato vivo de mi madre». La marquesa la miró otra vez palideciendo. ¿Cruzó por la mente de la noble señora un rayo de duda?... ¿Vaciló su firme creencia? ¡Quién puede saberlo!

Constitucion de 1812. Complot de varios jóvenes patriotas. Marino y Bermudez. Atrocidades de Zuazola. Sus consecuencias. Sitio de Maturin. La revolucion revive. Bolívar en Cartagena. Principia á ejecutar sus planes. Paso del Zulia. Asciende á brigadier. Penetra en Venezuela. La guerra á muerte. Conquistas. Proclama. Nuevos triunfos. Entrada de Bolívar en Carácas.

Yo, Emilio Aguinaldo, humilde servidor de todos, pero Presidente de la República Filipina, encargado, por tanto, de velar por las libertades y la Independencia del pueblo que me ha elegido para aquel elevado y espinoso cargo, desconfié por primera vez del honor de los americanos, comprendiendo desde luego, que ésta Proclama del General Otis había rebasado los límites de toda prudencia, y que no había más remedio que rechazar con las armas tan injusto como inesperado proceder del Jefe de un ejército amigo.

Asi, pues, la guerra á muerte fué el grandioso pensamiento que habia de dar á Venezuela su deseada independencia. Antes de imprimir á su resolucion un carácter solemne, se limitó por el momento á publicar una proclama, fecha el 8 de Junio, en la cual lanzaba á los enemigos la amenaza de una guerra de exterminio si ellos seguian usando con los prisioneros el mismo rigor que hasta entonces.

D. Pascual Ruiz Huidobro, Señores de la Real Audiencia y del Tribunal de cuentas, Ministros de Real Hacienda, y Gefes de oficinas, Cabildo Eclesiástico, Curas y Prelados de las religiones, Real Consulado, Comandantes, Gefes, y algunos oficiales de los cuerpos de esta guarnicion, Alcaldes de barrios y vecinos, Catedráticos y profesores del derecho; compartiendose por barrios los encargados de distribuir las esquelas: y ordenaron por último se disponga proclama enérgica, con la cual haya de darse principio á la sesion el dia de mañana.