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Cuando, volviendo aún la cara, repetía entre sollozos el «mea culpa» de la penitencia infantil, «que no lo quería hacer», ocurriósele al maestro preguntarle por qué había dejado la clase dominical. Ella no quería deber nada a nadie que la odiase. ; ella le había dicho esto a Mac Sangley. «, se lo había dicho». El maestro se rió.

Al cabo, después de una larga pausa, Demetria dejó escapar un suspiro y como si saliese de un sueño exclamó: Bueno, Nolo: es hora ya de separarnos. No si tendré tiempo de ir á Lorío á despedirme de Flora y volver antes de la noche. lo tienes. Mira; el sol está muy alto todavía. Demetria guardó silencio y permaneció inmóvil mirando por encima de la paredilla á las altas montañas de Mea.

Vivió noventa y seis años, los ochenta y ocho con gran vigor para cumplir admirablemente los árduos deberes de su ministerio; despues fué todo trabajos y dolores, pues padeció mucho y estuvo baldado de piés y manos, y así le llama el autor del Catálogo de los obispos cordubenses varon de dolores, añadiendo con justicia que deberian agregarse al epitáfio de su sepulcro aquellas palabras del paciente Job: Expecto donec veniat immutatio mea: vocabis me, et ego respondebo tibi: operi manum tuarum porriges dexteram.

Había movido el brasero y se calentaba y se restregaba las manos. Cuando apareció Dorotea, don Francisco la miró con suma gravedad. La comedianta adelantó, se detuvo junto á Quevedo y le miró intensamente. Mea culpa dijo don Francisco. Lo que quiere decir en castellano, que vos tenéis la culpa de todo lo que me sucede. Trasladáis el latín al romance con grande licencia.

Hic celer egrediens, facili mea charta volatu, Per sylvas, colles, valles quoque proepete cursu: Alma Deo cari Benedicti tecta require. Est nam certa quies fessis venientibus illuc. Hic solus hospitibus, piscis, hic panis abundat. Lætus amor, et cultus Christi, simul omnibus horis. Pax pia, mens humilis, pulchra, et concordia fratrum. Dic patri el sociis cunctis, salvete: valete: etc.

Et ego dicta Gratia Martin laudans et approbans venditionem aquæ prædictæ, ut superius est scriptum, sic concedo et constituo fidantiam ut est dictum. Obligans, pro prædictis omnibus et singulis attendendis et complendis, vobis et vestris, omnia bona mea ubique habita et habenda.

Protestando contra el cántico de muerte, el hermoso sol de invierno enviaba sus rayos a la cabeza inclinada y canosa del sacerdote, y encendía con tonos calientes la nuca de Lucía, inclinada también. Y continuaba el rezo: Heu mihi, Domine, quia pecavi nimis in vita mea.... Un rayo de luz más vivo y directo se coló en la cámara, y fue a posarse en la difunta.

Hasta la puerta del salón no volvió a oírse la voz del Cura: allí resonó otra vez, declamando, reposada y patética, este versículo del Miserere: Ecce enim in inquitatibus conceptus sum: et in pecatis concepit me mater mea.

¡Anima mea!... Cristo.... Con que hay pedriques en mi casa.... Pues mira yo te voy a dar la Extrema. ¿No te pido el cuerpo hinsopo?... Pues verás. Volvió a mirar el palo, que ya estaba, como si dijéramos, al paño, esperando el momento de salir al escenario.

Horas después, todavía los ojos, las mejillas, la boca, la posición de cabeza, torso y brazos, eran como signos gráficos de fácil interpretación, en donde se podía leer un traslado de las divinas palabras: Tristis est anima mea usque ad mortem; triste está mi alma hasta la muerte.