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Sea o no almirante, yo debo ir a la escuadra, Paquita dijo mi amo . Yo no puedo faltar a ese combate. Tengo que cobrar a los ingleses cierta cuenta atrasada. Bueno estás para cobrar estas cuentas contestó mi ama : un hombre enfermo y medio baldado... Gabriel irá conmigo añadió D. Alonso, mirándome de un modo que infundía valor.

Pues de ésta me despido prosiguió el marinero . No quiero más batallas en la mar. El Rey paga mal, y después, si queda uno cojo o baldado, le dan las buenas noches, y si te he visto no me acuerdo. Parece mentira que el Rey trate tan mal a los que le sirven. ¿Qué cree usted? La mayor parte de los comandantes de navío que se han batido el 21, hace muchos meses que no cobran sus pagas.

Tal como llega al nido la paloma amorosa, trayendo en el pico el alimento para su prole, las alas fatigadas, pero satisfecha de no haber perdido el viaje, así entraba en su casa míster Robert cada noche; besaba a su mujer, a su hijo y a su padre, ya octogenario y medio baldado, y se sentaba sonriente, mientras la sopera humeaba sobre la mesa. ¿Qué había de ir él buscando fuera, si el amor y la felicidad le hacían compañía?

Sin duda su segunda mocedad se había consumido toda en el cumplimiento de las grandes empresas a que su voluntad y la ciencia del Padre Ambrosio la consagraron. Fray Miguel se hallaba casi ciego, más viejo, más acabado, más baldado por los dolores que antes de remozarse y de encontrarse apto para la fuga.

En estos últimos días, desde que volví vi convento o desde que creí que había vuelto al convento, desde que me hallé más viejo y abatido que antes, casi ciego, baldado y postrado en el lecho, he cavilado y meditado mucho y siento que se ha mejorado y casi se ha transformado mi alma.

Y no es eso lo peor, sino que si se le mete a su merced semejante chochera en la cabeza, lo ha de llevar a cabo. ¡Que no me diera un aire, que me dejase baldado de pies y piernas, siquiera por un mesAsí pensando, desahogó Momo su coraje, descargando un cruel varazo sobre las ancas de la pobre Golondrina. ¡Bárbaro! exclamó la abuela , ¿a qué la pagas con ese pobre animal?

Si te he de hablar con franqueza, no creía yo posible que pudieses salir de tu celda, débil como estás, baldado por los dolores y velados tus ojos de densa nube que desde hace algún tiempo apenas te deja ver distintamente las cosas, sino de un modo vago y confuso y como al través de una neblina. ¿Qué quieres de ? ¿Por qué has venido hasta aquí, con paso vacilante e incierto, a tientas y sin duda apoyándote en las paredes? ¿Qué es lo que de pretendes todavía?