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Su talento y estilo escénico le granjearon mucha fama, declamando, no sólo en Madrid, Zaragoza, Valencia, Barcelona y Lisboa, con general aplauso, sino recorriendo también con su compañía Italia y los Países Bajos, y ganando en todas partes riquezas y fama. Su carrera teatral comprende casi todo el siglo de oro del teatro español, porque llegó á la avanzada edad de ochenta años.

Parecía dispuesto á protestar de tanta igualdad y tanto compañerismo; pero el recuerdo de muchas cosas que deseaba pedir al Padre de los Maestros sofocó la protesta instintiva de su vanidad, haciendo que se mostrase dulce y bondadoso. Para que yo recite algo mío, ilustre Momaren, será preciso que antes cumpla una obra de justicia y de respeto declamando una poesía de usted.

Novillo, presa de sus propias ansiedades amorosas, se levantó sin haber escuchado a Apolonio, y fué hacia la puerta, a mirar desde allí furtivamente a Felicita. Apolonio le seguía, declamando con el brazo extendido y la mirada flamígera: Jamás lo declararé. Antes pasarán sobre mi cadáver. Y si después de muerto lo declaro, conste que no soy yo, sino un espíritu maligno que habla por mi boca.

Velázquez retrató a cada personaje según quien era buscando el modo de acusar su condición y carácter: al Rey con majestad, al caballero con nobleza, a la dama con la elegancia que permitían las malhadadas galas de su tiempo; y a éste, que yo tengo por comediante mientras no se demuestre plenamente lo contrario, le puso no en reposo como casi siempre retrató a grandes y señores, sino movido, declamando, acaso en el acto de recitar una loa o un paso de entremés.

Es tambien sumamente apasionado por los Filósofos modernos, porque continuamente está declamando contra la Filosofía antigua, y celebrando los Autores de la nueva.

A la noche siguiente, que era la última, asistí al espectáculo, como lo había hecho las nueve anteriores, y cansado y jadeante ante tanto paso doble, tantos himnos guerreros, tanto moro-moro y tanta monotonía en el declamando nasal, que por nada varía, la loa final.

En la noche a que nos referimos iba declamando contra las colas un caballerito, como de veintiocho años, recién llegado de Alemania y de Francia, y de lo más elegante, atrevido y alegre que puede imaginarse. Rodeábanle, e involuntariamente le admiraban y le reían las gracias, otros cinco jóvenes de lo más atildado y encopetado de Madrid.

Quiero recitar ese canto heroico continuó Golbasto para que se vea la diferencia entre la verdadera poesía y las miserables y cínicas falsificaciones que se sirven á nuestro pueblo, tal vez en este mismo instante. La alusión al joven y odiado poeta que estaba declamando su obra en el templo de los rayos negros fué saludada con una explosión de risas simpáticas y de gruñidos inteligentes.

El jefe de los pescadores y el contramaestre, agarrados del brazo, bailaban en torno de los barriles, declamando versos chinos. Ninguno de aquellos beodos se acordaba de los salvajes, ni mucho menos del Capitán y sus compañeros, a quienes daban ya por muertos y asados. Van-Stael, arrebatado de furor, se lanzó en medio de aquella patulea de borrachos, gritando: ¡Miserables! ¿Qué habéis hecho?

Leyendo una vez Arias, para , una carta en el escenario del Teatro de Madrid, tuvo suspenso al auditorio largo tiempo, expresando sus emociones al leerla, y por último, lleno de ira, rompió la carta y comenzó á declamar versos muy vehementes. Y todos lo alabaron y convinieron en que, en dicho día, conquistó mayor admiración accionando que declamando. Caramuel, Primus Calamus, tomo II, pág. 706.