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Conservo íntegras las creencias en que fuí criado; guardo incólume la fe de mis padres, y ella ha sido para , en mis horas negras, en mis días tristes, fuente de consuelo, faro salvador; ella alivió mis dolores y restañó siempre las heridas más hondas de mi corazón con el bálsamo de las eternas esperanzas.

Con un casquete que guardo del año pasado y las cintas aquellas de terciopelo... No me faltan más que un penacho y un marabout de novedad que le pondré al lado derecho, así...». A principios de Mayo, Rosalía tuvo que sustraerse, no sin pena, a aquel delicioso trabajo. El médico había ordenado que Isabelita fuera sacada a paseo todas las mañanas.

Mauricia ladró un poco más; pero con tanto furor de palabras no hacía resistencia verdadera, de modo que aquella pobre vieja inválida la manejaba como a un niño. Bastó que esta la cogiese por un brazo y la metiera dentro del encierro, para que la prisión se efectuase sin ningún inconveniente, después de tanta bulla. Sor Marcela echó la llave dando dos vueltas, y la guardó en su bolsillo.

BOHERAAVE entre los Médicos guardó un método rigurosísimo, y tambien BORELLO y BELLINI, siendo preciso confesar, que el buen método es muy raro en los libros de Medicina. Si todos estos célebres Escritores hubieran sido tan sólidos en la doctrina, como exâctos en el método, fueran dignos de la estimacion general de los sabios.

Guardo la fatídica yema para otro, , para otro, en quien ahora recaen todos mis odios. No me pregunte usted quién es, porque no se lo he de decir... Se lo diré después que se la haya zampado, porque se la tiene que comer, como este es día.

El duque tiró de ella, llegó al postigo, tomó la llave de la parte de adentro, la puso por la parte de afuera, cerró, guardó la llave y se alejó con Esperanza. A la revuelta de la primera calle, el duque dió una palmada. Acercaron una ancha silla de manos, y Esperanza y el duque entraron en ella. La silla se puso inmediatamente en movimiento. Esperanza guardaba silencio; el duque meditaba.

La duquesa guardó el dinero y las dos alhajas, puso de nuevo en el cofre lo que de él había sacado, y mandó que lo pusiesen entre sus cofres de uso diario. Luego esperó con impaciencia á que diesen las doce de la noche. Poco antes ocultó la luz, se asomó á la reja y esperó.

Como puede inferirse, la fuga de Soledad impresionó hondamente el corazón del guapo. Pero el exceso mismo del golpe trajo consigo el abatimiento: en pos de éste vino una resignación desesperada que le guardó de dar paso alguno para buscarla y atraérsela. Hizo de tripas corazón y procuró distraer su dolor con el trato de los amigos más bulliciosos.

Miguel, aprovechando uno de estos abrazos, y a favor de la oscuridad, cogió la trenza de Maximina, que colgaba por la espalda con un lazo de seda en la punta, y la llevó a los labios. ¿Qué hace V.? dijo la niña volviéndose rápidamente. Besar la trenza de su pelo. ¿Y por qué hace V. eso? preguntó con sorpresa. Porque me gusta. Maximina bajó los ojos y guardó silencio.

Soledad guardó silencio. Alzóse de la silla en que estaba y se puso á arreglar las botellas de la estantería. Velázquez se acercó de nuevo á ella suplicante. Lo que te pido no creo que te ha de costar mucho trabajo... Déjame echar á ese hombre de casa, y yo te prometo no molestarte más con celos... Tampoco dijo nada la tabernera. Hubo una larga pausa.