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Un oficial de los del casquete alado corrió galantemente á proteger á las recién llegadas, con el interés que merece el sexo débil, y las tres señoritas acogieron con gesto ruboroso las atenciones del militar. Gillespie se dió cuenta de que la doctora seguía sus impresiones con ojos atentos, sonriendo de su asombro. Ya le dijo, gentleman, que vería usted grandes cosas.

La isla, risueña e indolente en mitad de la encrucijada de los grandes caminos que llevan a África y América, parecían contemplar impasible este movimiento de la navegación mundial, mientras proporcionaba por unas horas el alimento negro del carbón a los organismos humeantes, que llegaban y partían sin conocerla; festoneada en su costa por una áspera flota de chumberas y pitas; guardando tras las volcánicas montañas de su litoral el secreto de sus ocultos valles tropicales; escalando el cielo con una sucesión de cumbres sobre las cuales flotaban las blancas vedijas de las nubes, y ostentando sobre esta masa de vellones el pico del Teide, un casquete cónico estriado de nieves, que era como la borla o botón de este inmenso solideo de tierra emergido del Océano.

Era el señor Munster, que, llevándose una mano al casquete, suplicaba humildemente: Señora, acuérdese de su promesa... La aguardamos en el salón para nuestra partida de bridge. Usted sólo falta para que empecemos. Mrs. Power sonrió con una amabilidad feroz. «Luego iré.» Y Munster, comprendiendo lo enojoso de su presencia, se retiró discretamente antes de que la dama le volviese la espalda.

Convengo en que un juez severo acaso podría decir que los discursos mencionados están casi todos como en una esfera muy excéntrica de la esfera poética o literaria de los juegos, tocándose sólo y compenetrándose una esfera y otra en muy pequeña parte o casquete, y formando así, como en el famoso y ya casi olvidado esquema del ser, inventado por los krausistas, la figura de una lenteja.

¡Bien empieza el día para éstos!... murmuró Isidro . Y la yanqui parece una niña con ese casquete gracioso de paje veneciano. ¡Qué pedazo de mujer!... Buenos días, señora.

Emergían muchas torres sobre este caserío: unas, albas o rosadas, con caperuzas de tejas de colores; otras, de férreo y puntiagudo casquete, con paredes de cemento. Y sirviendo de fondo al panorama, la enorme y tranquila copa de la bahía, con su terso azul moteado de buques, orlada de blancos pueblecitos y encerrada entre montañas negras de perfiles casi humanos.

Si no me sirve... También le traeré el fichú con cinta de terciopelo verde y un casquete de fieltro para que usted se lo arregle fácilmente. Para baños, delicioso. Le mandaré igualmente flores, plumas, aigrettes... Tengo seis cajones llenos de estas cosas... Hoy me llevó la modista la bata grosella... ¿Sabe usted que no me va muy bien?

Una cadena algo negruzca, con llaves de reloj y medallas, se tendía de la botonadura de la sotana a un bolsillo del pecho. Dos dedos enrojecidos por el tabaco sostenían un cigarrillo. La cabeza, de pelo duro e intensamente negro rayado de canas prematuras, ocultábase en parte bajo un casquete redondo de seda, igual al que usan los tenderos.

¡Pobres novelas!... dijo Ricardo. ¡Estás eruditísimo! exclamó sonriendo Lorenzo. ¡Esto no es nada! ¡Ya verás, Lorenzo, como con sólo un chambergo de gran ala levantada te quito el... casquete neurasténico de Charcot! ¿Qué tal? ¡y a esta altura! ¿Cómo a esta altura? ¡A la altura de Trenque Lauquen, adonde vamos llegando... fíjate!

Uno de ellos pasó muy cerca de sus ojos, y entonces pudo descubrir que era una mujer, aunque más joven y esbelta que la profesora de inglés. Los otros soldados tenían idéntico aspecto y también eran mujeres, lo mismo que los tripulantes de las máquinas voladoras. Sus cabelleras cortas y rizadas, como la de los pajes antiguos, estaban cubiertas con un casquete de metal amarillo semejante al oro.