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También habían llamado a su camarote, equivocándose de puerta, para proponerle por el ojo de la cerradura algo monstruoso, que no acabó de entender en la torpeza de su sueño interrumpido. Munster ocultaba su cólera con una sonrisa de resignación.

Maud se había vestido elegantemente para asistir al baile, y no terminaría la noche sin que los dos tuviesen una explicación. Necesitaba conocer el motivo de su conducta inexplicable. Después de la comida la vio en el jardín de invierno tomando el café con los Lowe. El señor Munster fue a su mesa para repetir la invitación, y Maud le contestó con movimientos negativos.

El prior escribía que poco después de la partida de Morel se había congregado en la granja de Munster y puéstose á las órdenes del díscolo Hugo de Clinton numerosa fuerza compuesta de aventureros, bandidos y gente perdida de toda la comarca, quienes después de derrotar á las gentes de justicia y soldados del rey enviados contra ellos, habían puesto sitio al castillo de Monteagudo, habitado por la esposa é hija del barón.

Vengo de Belmonte y me propongo llegar á Munster esta noche ó mañana. Y viniendo de Belmonte, me basta miraros para conocer que habéis sido discípulo de los monjes.

Al ruido que hizo la puerta al abrirse, el moribundo hizo un movimiento; con la vista fija y la fisonomía inmóvil, estaba en la situación de un hombre que despierta de una pesadilla y trata de reconciliar sus sentidos con los objetos que le rodean. Finalmente, pareció que la luz se hacía en su cerebro y pronunció con voz fuerte y clara el nombre de Carlos Munster.

Fletó Roger el Galeón Amarillo, mandado por el mismo valiente capitán Golvín, y un mes después de su boda partió el joven señor de Munster para Sorel, acompañado de su fiel Tristán, á fin de averiguar si había llegado de Southampton el para ellos inolvidable galeón.

No sin alguna emoción recordaba el viajero que todo aquel bosque y gran parte de las tierras colindantes habían pertenecido un día á la entonces poderosa familia de Clinton. Conocedor de la historia de su casa, sabía que descendía de aquel Godofredo de Clinton, señor de las villas de Munster y Bisterne cuando los normandos posaron por primera vez la planta en territorio inglés.

Constanza es nuestra única hija y cuanto tenemos le pertenecerá algún día. También soy yo ahora el único Clinton, y muerto sin hijos mi hermano soy dueño y señor de Munster. Cierto es. Pero ¿cómo no me has hablado antes del caso? No podía hacerlo, señor barón, porque ni aun si vuestra hija me ama y no media entre nosotros oferta ni promesa.

Cuando ustedes quieran... La mesa está preparada en el salón. Era Munster invitándolas a una partida de bridge. Al fin triunfaba su tenacidad. Había encontrado compañeros de juego en aquellos tres norteamericanos, convenciéndolos una hora antes, mientras presenciaban la ceremonia del bautizo.

Luego desapareció, siguiendo a los Lowe y a Munster, que la invitaban a continuar el bridge. A la caída de la tarde se encontraron Ojeda y Mina en la última toldilla, sobre la cubierta de los botes. Ella quería ver a su lado la puesta del sol. Desde la línea equinoccial a las costas del Brasil, eran los atardeceres más hermosos de todo el viaje.