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De muchos capitanes, marinos, aventureros y frailes se ocupaba el libro de la familia; pero, entre todas aquellas historias, la más extraordinaria, la más absurda, dentro de su realidad, era la de Lope de Aguirre, el loco, llamado también Lope de Aguirre, el traidor. Varias veces leí las aventuras asombrosas de este hombre, que en el manuscrito se contaban con todos sus detalles.

Los aventureros vestían coraza o cota de malla e iban armados, de espada todos, y unos de flechas, y otros de picas y venablos. A pesar de que en la fortaleza se ignoraba el oculto camino por donde en ella se podía penetrar y a pesar del descuido de la guarnición, la empresa de Morsamor estuvo a punto de malograrse.

No seré yo quien defienda á todos los aventureros españoles de entonces, admirables y gloriosos por su inteligencia y por sus bríos, pero que distan mucho de valer para modelos de santidad, y que tal vez, como vulgarmente se dice, eran lo peor de cada casa.

, su cabeza, nada menos que su cabeza; su cabeza en un cadalso público; una vez por tierra esa cabeza... Se levantará otra más soberbia. Haya yo puesto el pie sobre uno de esos ambiciosos y rapaces aventureros, y nada temo; como haya caído el uno caerán los otros; pero sigo la relación de mi conocimiento con don Rodrigo.

Tras esto dijo que iba a la Corte, porque un mayorazgo roído como él en un pueblo corto, olía mal a dos días, y no se podía sustentar, y que por eso se iba a la patria común, adonde caben todos y adonde hay mesas francas para estómagos aventureros.

No, ese globo no lo conoce nadie. ¿Habría visto en casa de su amo, el Rey de Portugal, algún mapa que lo indicara? Así se ha dicho, pero nadie lo ha probado. Más probable es que los aventureros que hacía cosa de veinte años recorrían el continente americano, hubieran visto, pero visto con sus propios ojos, el mar Pacífico.

Esta catástrofe dilo Maltrana metió algún ruido, porque entre los aventureros iba el hijo único de Lope de Vega, mozo poeta deseoso de seguir una de las seis carreras de los hidalgos de entonces. Pero ocurrían con mucha frecuencia estos naufragios por imprevisión o por audacia, sin que de ellos quedase noticia alguna... ¡Si este mar pudiese contarnos todos los dramas ignorados del descubrimiento!

Durante el primer siglo de la conquista, embarcábanse los aventureros en los primeros buques que encontraban disponibles, vasos antiguos apenas recompuestos y guiados por cualquier piloto costero que se prestaba a dirigir la expedición. Las administraciones de entonces no conocían la estadística. Además, eran frecuentes los viajes clandestinos, sin papeles.

Prevenido con las lenguas que le dió su amigo para Francisco Carvajal y otros soldados de cuenta, se embarcó en Sevilla con otros mancebos aventureros, y pasó a las tierras del Sur de América, donde ganó gran nombre bajo el título del Capitán Mercado.

Ni menos se concibe cómo Cortés, Pizarro y Jiménez de Quesada, cada uno con un puñado de aventureros, penetraron hasta el corazón de las más incógnitas regiones, derribando y apoderándose de Imperios populosos y ricos. Hoy, por el contrario, los medios que se emplean son enormes; la acción, desmayada y lenta; los resultados, mezquinos.