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Preséntase á esta sazón el príncipe Dagoberto; acusa á la princesa de tener relaciones ilícitas con un caballero de la corte, y pretende sostener con las armas la verdad de su dicho. Suspéndense, por tanto, las nupcias; llevan á la cárcel á Rocamira y la condenan á muerte, á no aparecer un caballero que defienda su inocencia, y la pruebe venciendo al acusador en la lucha.

¡Dios nos libre y nos defienda! exclamó Rafael . Eso es bueno para Polo. Una novela sentimental. Sólo de oírlo prosiguió Rafael me horripilo. No hay género que menos convenga a la índole española que el llorón. El sentimentalismo es tan opuesto a nuestro carácter, como la jerga sentimental al habla de Castilla. Pues entonces dijo la condesa , ¿qué es lo que vamos a hacer?

Paso á reflexionar que, sin embargo de no poder entrar en el puerto del Rio Negro sino embarcaciones de pequeño porte, con todo no debemos abandonarlo, porque de las márgenes de su rio é islas, se pueden extraer leñas para el abasto de la armazon que se pretende establecer en el de San José, por ser el lugar mas vecino de este; se pueden en dicho rio hacer las aguadas para los buques que la necesiten, siendo para este y otros fines indispensable conservar aquel presidio, para que cubra y defienda de los indios estos trabajos, y para procurar de atraer estos bárbaros al comercio de ganados y caballos, que pueden pasar de allí, como han pasado por tierra 100 caballos y 80 reses vacunas el año de 1783, tiempo en que dicho Salazar pasó desde San José al establecimiento del Rio Negro: y segun la extension de aquella península y sus abundantes pastos, se podrá aumentar el ganado, de suerte que pueda ministrar carnes á todas las poblaciones que se establecen en la costa Patagónica; pues si los ingleses pretendian tener habilidad para extraer por medio de los indios el oro de Chile, y comerciar con ellos, ¿porqué no la tendremos nosotros para extraer de los indios Pampas ganado y caballos?

Coloráronse súbitamente las mejillas de Margarita, y un súbito temblor acometió a Cervantes, que en los ojos de Margarita vio algo que, yendo más allá de lo humano, divino parecía, y que le atraía con una no conocida fuerza, y de tal manera, que el uno dio en los brazos del otro, y sus labios se unieron, y ella, desfallecida sobre el hombro de Cervantes, reclinó su hermosa cabeza, y suspirando le dijo: Mi esposo sois, que ya de ello con vuestros labios y con vuestro abrazo me habéis dado testimonio; y ved lo que hacéis, señor mío, de mi alma, que aquí de celos fallezco y de espanto me muero; que de vos doña Guiomar está enamorada, y duendes hay en esta casa, y yo no tengo como ella medalla de la Inquisición que de los duendes me defienda.

Yo no quiero que mi sobrina sea tan desgraciada como yo ... Ahora que nos hemos explicado, no vuelva usted más, caballero ... Todo nos separa.... Pero, señorita ... dijo Mauricio en tono de protesta y muy molestado. ¡Oh! no se defienda usted ... Es encantadora y lo que usted piensa de ella. Les escuchaba hace un momento cuando usted la hablaba al pie del terraplén.

He sido acusada de desobediencia: mi culpa era bien leve por cierto; pero no hay quien me defienda contra el brazo de mi irritado esposo, porque la ley declara que «los maridos agraviados por la desobediencia de sus esposas pueden castigarlas, dejarlas solas en el lecho, y aun golpearlasVeo á la puerta de la vivienda de un jeque poderoso un crecido acompañamiento de caballos y camellos.

Lavaste, Elvira, unos paños, Que nunca blancos volvías, Que las manos que ponías Causaban estos engaños; Yo, detrás destos castaños, Te miraba con temor, Y vi que amor, por favor, Te daba a lavar su venda: El cielo el mundo defienda, Que anda sin venda el amor. ¡Ay, Dios! ¡Cuándo será el día, Que me tengo de morir, Que te pueda yo decir: ¡Elvira, toda eres mía! ¡Qué regalos te diría!

Oye, querido tornó á decir con resolución al cabo de un rato. Me voy en busca de ellos. ¿Quieres hacerme el favor de acompañarme? Una ola de vergüenza subió á las mejillas del caballero de Medina. ¿Yo?... ¿Qué dices?... No te apures, hijo manifestó la joven observando su turbación. Te lo he pedido porque, como dudo que Velázquez me defienda, es fácil que entre todos ellos me maten.

De que vio no le aprovechar nada su remedio, dijo: "Este arcaz está tan maltratado y es de madera tan vieja y flaca, que no habrá ratón a quien se defienda; y va ya tal que, si andamos más con él, nos dejará sin guarda; y aun lo peor, que aunque hace poca, todavía hará falta faltando, y me pondrá en costa de tres o cuatro reales.

Señor cura dije en tono de protesta, si usted supiera cuánto deseo complacer a la abuela... Eso está muy bien dicho, pequeña respondió la abuela muy contenta. Vaya, la señorita Magdalena no se quedará solterona, lo preveo dijo el cura sin dejar de sonreír. No será porque no las quiera ni porque no las defienda contesté arriesgando una mirada del lado de la abuela.