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Mientras que los tienes siempre y cuando te la gana. Dilo tonta, y no te acobardes. Quiere decirse que ya lo he tenido y bien podría volverlo a tener. ¡Claro!

Vamos, vamos dijo Tablas contoneándose otra vez , que hoy estoy tan bromista, que si me tocan, por cada dedo me sale un tiro. Lo que a ti te sale es el aguardiente que has bebido. ¡Nazaria!... Úrgame tanto así, y verás lo que es canela. ¡Nazaria!... ¿En dónde has estado hoy? dilo pronto gritó la Pimentosa hablando a borbotones . ¿Quién es ese futraque que vino a buscarte?

El moribundo quiso levantar una mano y no pudo; miró a la niña con ternura inmensa, y haciendo un penoso esfuerzo, dijo: Yo te enseñaré... Bendita sea tu pureza... Dilo. Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas y su pechito comenzó a estremecerse como el de un pájaro asustado; su abuela le dijo al oído: Dilo, hija mía... Si lo sabes , dilo...

Dilo, señor, que desde aqui me obligo De no decir que tu me lo dixiste, Le dixe: por la fe de buen amigo. El dixo: no nos cayan en el chiste, Llegate á , dirételo al oido, Pero creo que hay mas de los que viste.

Aquí no podemos ir más que dos añadió . Esto no resiste más; uno que reme y otro que vaya achicando el agua y teniendo cuidado de que no se abra el boquete. ¿Quién de vosotros va a venir? Dilo contestó Zelayeta, no muy entusiasmado. Bueno; que venga Shanti. ¿Dónde está el achicador? Debe estar en el bote, si no se ha ido al agua le dije yo. Sin achicador no podemos hacer nada murmuró Recalde.

Vamos, quieres convertir a tu mujer en perrita. Dilo francamente. Y abrazándole repentinamente, y besándole con frenesí en los ojos, en las mejillas, en la boca, en la barba, le repetía sin cesar: ¡Dilo francamente! ¡Dilo francamente, pedazo de oso!... Esta boca es mía, y la beso. Esta barba es mía, y también la beso. Este cuello es mío, y lo beso. Estos brazos son míos, ¡míos! y los beso.

Mira, Rorró: a eso no puedo acostumbrarme, al chocolate malo. ¿Comes algo? Dílo, muchacho, que para eso estás en tu casa. Señora Juana: a ver qué le hace usted a Rodolfo.... ¡Hay que chiquear al niño!... La buena de mi tía, no me dejaba hablar. Suelta de lengua, viva, ingeniosa, era difícil cortarle el hilo una vez que principiaba a hablar.

Lo escuché yo mesma, yendo a buscar un manto, el domingo pasado, ya de noche. Dilo todo, date prisa. Al entrar unas voces que parecían salir de una alacena; pero, como yo no temo a los duendes, la abrí para ver lo que era. Vacía lo estaba; pero las voces se escuchaban como si fuesen en la mesma cuadra y eran en la de al lado, e decían lo que ya dejo expresado a vuestra merced.

¿Qué cosas? ¡! articuló impetuosamente la zagala. Corren por el valle unos rumores... cuáles son. ¡Dílo pronto! Nolo vaciló; movió los labios repetidas veces sin articular ninguna palabra. Luego profirió rápidamente: Se dice que no has caído á la mina; que Plutón te ha llevado engañada y que allí hizo contigo cuanto quiso. ¿Y lo crees? El mozo guardó silencio.

La aflicción de Maxi exigía la mentira, y su mujer tuvo que decírsela... mentiras de esas que inspiran viva compasión al que las dice y consuelan poco al que las oye. Echábalas de como enfermera que administra la inútil medicina al agonizante. «Dímelo de otra manera y te creeré manifestó Rubín . Dilo con un poquito de calor, siquiera como me lo decías antes. no sabes el daño que me haces.