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Nada más lejos de mi ánimo que la idea de confundir con los atributos naturales de la juventud, con la graciosa espontaneidad de su alma, esa indolente frivolidad del pensamiento que, incapaz de ver más que el motivo de un juego en la actividad, compra el amor y el contento de la vida al precio de su incomunicación con todo lo que pueda hacer detener el paso ante la faz misteriosa y grave de las cosas.

Si el movimiento de las gentes que circulan en la calle es curioso en un sentido, el de las que hormiguean bajo las arcadas y visitan las tiendas no es ménos entretenido Allí se codean: el indolente y espiritual frances, haciendo comentarios que revelan su eterno buen humor; el inglés vestido como un dandy, grave, tieso, altivo, maravillado de todo lo que ve, pero muy reservado en sus manifestaciones el aleman de las ciudades, locuaz hasta el prodigio, armado de su enorme pipa de porcelana y tubo de madera por donde arroja torrentes de humo, descuidado, brusco y casi primitivo en sus maneras, pero bondadoso y amable hasta hacerse perdonar sus toscos modales; la bernesa elegante, de rubia y hermosa cabellera, pero de fisonomía poco expresiva y belleza muy dudosa; en fin, el negociante activo, negligente en el vestir y preocupado solo con sus compras ó ventas.

No me agradan el brillo y los placeres de la sociedad, ni las emociones de la política. La condesa de Burlesdón dice que no tengo remedio y mis vecinos me creen indolente, soñador y arisco.

¡Cómo me gustaba aquel jardín, con sus cuadros de huerta, con sus orlas de flores rodeadas de boj, con sus musgosos y viejos manzanos, sus rosales grandes como árboles y la parra y las campanillas azules que vestían la fachada de la casa! También tenía cariño a aquel destartalado caserón, en el que corrían los ratones por delante del indolente gato, que les dejaba correr.

Los muros hasta la altura de un hombre, estaban ennegrecidos por el mismo roce indolente que adelgaza los pilares de las mezquitas. El converso, con sus velludas piernas cruzadas sobre el mostrador, llamaba a los compradores golpeando con fuerza el platillo de su balanza de cobre.

Los distritos de Cottabato, Zamboanga y Davao, aunque poblados por la raza fanática é indolente de los malayos mahometanos, producen abundancia grande de arroz y café, ambos productos de tan excelente calidad que pueden competir con los más acreditados del mundo, dando origen á un comercio reproductivo, suficiente á subvenir á las necesidades de aquel pueblo, cuya preferente ocupación es la guerra.

Desentendiéndose del belicoso tráfago que repugna á sus instintos, y desconociendo la índole de la agitacion que causan en su Estado los numerosos ejércitos de berberiscos, egipcios, mamelucos, esclavos y renegados, que dirige el usurpador de su autoridad, pasa la indolente é inútil vida en los brazos de sus sultanas y concubinas, encerrado en sus palacios y jardines. ¡Cuán diverso su omnipotente ministro!

Perdió el gusto de las francachelas en Puerta de Tierra, de la conversación, de la guitarra y las cañas y hasta de salir á la calle. Se hizo melancólico, taciturno, indolente: en sus miradas no brillaba aquella chispa de arrogancia que le daba ascendiente entre los hombres; de su boca no fluían las palabras chistosas y libres con que sometía á las mujeres.

Su seno escaso, tenía, sin embargo, no qué atrayente seducción, dilatada por la morbidez de todo su busto: irradiaba su semblante esa gracia apática e indolente que el pincel del Veronese imprimía en el rostro de sus patricias venecianas.

...¡Un muchacho que nunca ha bebido!... Y en todo se le nota un cambio alarmante... Está perezoso... indolente... todo lo deja para después... tiene un montón de cartas sin contestar... Hay otro detalle más extraño y es su afán de quejarse de todo: nadie lo quiere, nadie le guarda consideración, sus amigos no le escriben, ¡qué yo!