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Desde entonces el mancebo comenzó a vivir en una inquietud imprevista, a concebir la virtud más difícil y a experimentar en toda su carne, tranquila hasta entonces, un hormigueo de instintos que mareaba por instantes su cerebro como vapor de cubas en el lagar.

Nadie ha dudado jamás, y la misma religión cristiana nos lo repite a cada momento, que en el fondo de nuestra alma viven instintos depravados, se agitan apetitos bestiales, dormita, en una palabra, la fiera. Pero la experiencia me ha enseñado que es más fácil adormecerla con el humo de la lisonja que con los gritos del miedo.

Si esto es preocupacion, confieso con orgullo que soy preocupado, y lo soy, no únicamente por conviccion, sino por voluntad y por sentimiento. Esto me hace sentir bien; amo y admiro en esos instintos y en esos hábitos una belleza humana, una melodía que llena mi ser, y en vano querria desimpresionarme, en vano pretendería que mi corazón perdiera la ley que lo hace latir.

Para un habitante del norte de Europa nada puede ser mas desagradable quizas; pero para un hijo del mediodía ó de Hispano-Colombia, con instintos de expansion y sociabilidad, la escena tiene muchos atractivos. Ya he dicho, al hablar de Barcelona y Madrid, lo mas digno de atención acercada los cafés en España.

Mi vanidad me engañó y por eso me casé con Beatriz; feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el mundo.

Inclinacion general á la holganza, y desaseo en los hábitos. Fuertes instintos de mendicidad. El sentimiento de la personalidad mucho ménos vigoroso que en los demas grupos. Tendencia muy notable al misticismo. Ausencia absoluta del sentimiento artístico. Pasion por los vestidos sombríos, y disgusto de lo pintoresco. Los hábitos tienen un poder irresistible.

Las señoritas de la ciudad, parecíanle campesinas disfrazadas, con los mismos instintos de egoísmo y economía de sus padres, conociendo el precio a que se vendía la naranja, sabiendo el número de hanegadas con que contaba cada aspirante a su cariño, ajustando el amor a la riqueza y creyendo que la honradez consistía en ser implacable con todo el que no se amoldaba a su vida tradicional y mezquina.

Se creía en sus momentos de fe egoísta, admirada por el Ojo invisible de la Providencia. El que todo lo ve y la veía a ella, estaba satisfecho, y la vanidad de la Regenta necesitaba esta convicción para no dejarse llevar de otros instintos, de otras voces que arrancándola de sus abstracciones, le presentaban imágenes plásticas de objetos del mundo, amables, llenas de vida y de calor.

Si el indio puro de las alti-planicies andinas es, á pesar de su ignorancia, dulce y humilde, y la astucia constituye su fuerza moral; si el llanero de las pampas granadinas, criado en las soledades y en medio de los peligros, pero rodeado de un horizonte infinito, es no obstante su barbarie un sér eminentemente heróico, poético en sus instintos, galante, cantor, espiritualmente fanfarron, crédulo y generoso, el boga del bajo Magdalena no es mas que un bruto que habla un malísimo lenguaje, siempre impúdico, carnal, insolente, ladron y cobarde.

La Severa ha tenido la desgracia de excitar la concupiscencia del tirano, y no hay quien le valga para librarse de sus feroces halagos. No es sólo virtud lo que la hace resistir a la seducción: es repugnancia invencible, instintos bellos de mujer delicada que detesta los tipos de la fuerza brutal, porque teme que ajen su belleza.