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Pues entonces repuso el joven sois mi tío carnal, hermano de mi padre Jerónimo Martínez Montiño. ¿Eh? ¿qué decís? repuso el señor Francisco volviéndose ya á mirar á quien le hablaba. Y apenas le vió su fisonomía tomó una expresión profundamente reservada.

7 entonces les dije: Cada uno eche de [todo] culto de dios fabricado por su carnal parecer, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo [soy] el SE

Di que nada, ¡cuartajo! si te paez. ¡Los hijos de un sobrino carnal de mi madre!... ¡Pues digo!... ni un galgo le alcanza ya... De todas maneras, si usted no quiere... ¿Yo?... ¡A buena parte vas con el reparo!... ¡Vaya que me gusta!... No, no, lo que es por ... Además, no se trata de eso sólo, que debe verse de pasada... ¿Jacia ónde?

Es que usted, poeta dijo Maltrana , no conoce la poesía grandiosa que emana del dinero manejado por un hombre de genio. Todas las fantasías poéticas, por bellas que parezcan, resultan frías e infecundas, como los placeres solitarios. Es más hermosa la acción, el abrazo de los hechos, el estrujón carnal de la realidad.

Pero ¿qué encuentras en el amor? dijo Miguel . Porque yo creo que sabes lo que es verdaderamente el amor. Todas esas ilusiones de los adolescentes, todos los idealismos de los poetas, no son mas que caminos tortuosos que conducen á un mismo término, al único: el acto carnal. ¿Y no estás fatigado de él? ¿no te acobarda su monotonía?

Según el estado de su ánimo y la índole de la conquista que trama, don Juan lee mucho, y siempre cosas o casos de amor. Conoce perfectamente la literatura amatoria, desde la más espiritualista, casta y platónica, hasta la más carnal, pecadora y lasciva.

La imagen del gran muerto parecía presenciar todos los arrebatos de aquel amor, mezcla de pasión carnal y misticismo artístico: sus ojos azules, sumidos en la inmensidad, atravesaban los muros de la casita de los alrededores de Munich, donde se arrullaban pensando en él, el discípulo y la entusiasta devota.

Las horas siguientes las pasó el príncipe silencioso y preocupado. ¡Tantas novedades de una vez!... La existencia de aquel hijo que nunca había podido sospechar; la amorosa feroz convertida en madre; sus lágrimas, su tormento silencioso que arrastraba como cadena expiatoria á través de una vida loca... Y por encima de todas estas sorpresas, la que él había experimentado en su interior, la resurrección del hombre de otros tiempos, la nueva caída en la servidumbre carnal, el doble latigazo recibido en su estructura nerviosa al aspirar el perfume del suave lienzo y al sentir en su frente la huella de sus labios...

Los hombres corrían ansiosos tras la carnal limosna; surgían conflictos y peleas, todos se agitaban como locos, y el trasatlántico, fosco y de mal humor, navegaba con el funcionamiento de su vida trastornado, los servicios internos en desorden, deseoso de llegar cuanto antes al final del viaje para sanar de esta enfermedad.

También Rufita González echó sus garbancitos fuera de la olla, disparándose sobre el tema de su «primo carnal» al enseñar a los de Peleches el gabinete que se le había dispuesto «en aquella pobreza», por si tenía a bien aceptarle cuando viniera, con el cariño con que había de serle ofrecido.