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Tales son un distinguido compañero nuestro, que no nombro, porque está presente y ofendería su modestia, y el filósofo espiritualista de Béjar, D. Nicomedes Martín Mateos, a quien me complazco en mentar aquí y con cuya buena amistad me honro.

También era él espiritualista, ¡ya lo creo!, ¡a buena parte!... El mal está en el espíritu, y el espíritu no se cura con pócimas prosiguió D. Basilio. ¿Pero no dice usted que esto es histérico? pregunto Emma sonriendo.

Siempre tenían estos dos amigos campo en que hacer incursiones y descubrimientos, tratando de penetrar o penetrando el uno en la mente del otro. Nunca se hartaban de hablar, y su conversación era una eterna disputa. Doña Luz era creyente y espiritualista con su poco de misticismo; D. Anselmo, positivista feroz.

Si alguna dificultad pudiera haber, versaria sobre los nombres, sobre las cosas: ningun sensualista debe tener inconveniente en adoptar por entero la Crítica de la razon pura, cuando haya visto las aplicaciones que hace de sus doctrinas el espiritualista aleman.

Y aquí no puedo menos de detenerme a condenar la ridícula manía de los que dan en acusar de materialista a nuestro siglo. ¿Qué siglo hubo nunca más espiritualista que el nuestro? La música es el arte más espiritual de todos y florece ahora con florecimiento extraordinario.

Las dos ideas de que hablo son: la estadística y la fisiología: la estadística, explicando la sociedad; la fisiología explicando al hombre. ¡Quién habia de decir á nuestros antiguos filósofos que la fisiología es espiritualista á su manera!

Extraño fenómeno el de una religion que, siendo tan espiritualista, ha conducido a los pueblos orientales á un fatalismo absurdo que destruye la nocion de la libertad y la responsabilidad, y establece la esclavitud y degradacion de la mujer!

Por todas estas consideraciones y por otras que callo, a fin de no hacer muy prolija la digresión, tengo por cierto que nuestra edad, si peca por algo, es por pneumatosis o sobra de espiritualismo. Y sin embargo, se me dirá, en este siglo tan espiritualista, se ama el dinero poco menos que sobre todo. Convengo en que hay este amor, pero no en que no le haya habido siempre, y quizás más vivo.

Espíritu libre, emprendedor y diestro, paladín de las Ideas Generales, mi pariente, que se llama Procopio, considerando que la mujer no vale los tormentos que ocasiona, y que los ochocientos mil reis de un olivar le bastan y le sobran a un espiritualista, consagró su vida a la Lógica y sólo se interesa por la Verdad.

No veía la tostada, ni sabía en rigor lo que era la filosofía, aunque sospechaba que fuese una cosa muy enrevesada, incomprensible y que vuelve gilís a los hombres. «No me llama la atención que te quedes con la boca abierta. Ya irás comprendiendo... ¡Se da unos atracones de filosofía!, y me parece que dijo Juan Pablo que era filosofía espiritualista...».