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Sed caballero y leal, y tened por seguro que aunque no volváis á verme vuestra fortuna ha de dar envidia á muchos. ¡Oh! ¡esperad! ¡esperad, señora! ¿No os he dejado una prenda? Pero... No puedo detenerme más. Adiós; impedid que ese hombre me siga. Adiós. Y la tapada tiró una calleja adelante. El bulto que estaba parado á alguna distancia, adelantó á buen paso.

En el estado de mi espíritu hubiera dado un mundo por poder entregarme a mismo, llegar a la catarata sin más guía que su gemido cesante, y solo, en medio de la naturaleza, detenerme de pronto frente a frente y entregarme sinceramente a la impresión... ¡Veinte, cuarenta ómnibus, estaban alineados en la estación, y otros tantos individuos gritaban a voz en cuello el nombre de sus hoteles, encomiando sus golpes de vista, la maravilla de sus panoramas exclusivos, la baratura de sus precios!

Con mucho gusto... si no fuera tan tarde... debía estar a las ocho en palacio... y van a dar las ocho y media... no puedo detenerme... salúdele usted de mi parte. Como usted quiera. Además, estará abismado en sus trabajos... no quiero distraerle... saldré por aquí... Buenas noches, señora, muy buenas noches. Disimulan volvió a pensar Petra, mientras abría la puerta que conducía al zaguán.

Supongo que el lector no se prometerá la descripcion detallada de ese colosal monumento, repleto de primores artísticos, tarea que exigiría un grueso volúmen y sólidos conocimientos de arte. No me es posible detenerme sino en algunos de los rasgos mas salientes.

Tengo que detenerme algún tiempo en Andalucía le dijo . Pedro, mi criado, os acompañará a Sevilla, y os tomará asiento en la diligencia de Madrid. Aquí tenéis una carta de recomendación para el ministro de la Guerra, y otra para el general en jefe del Ejército. Si alguna vez necesitáis de , como amigo, escribidme a Madrid con este sobre. Stein no podía hablar de puro conmovido.

Con razón dice de él un crítico que «fué gran artista y produjo muchas y muy grandiosas obras, todas ellas de superior mérito». No entraré á detenerme en ellas, particularmente, pero diré que cuantos críticos, propios y extraños, se han ocupado de las obras de este autor, están conformes en tributarle los mayores elogios.

Y yo la miraba enamorado, tan enamorado que se me cayeron los ojos... Se me han caído los ojos le dije. Parémonos a recogerlos. Así le dije, deseoso de detenerla y detenerme, aunque no hubiera olvidado que yo era una salamandra hombre... ¡No era preciso recoger mis ojos, pues que ellos retoñarían solos! Baja los párpados y vuelve a levantarlos me insinuó Nanela.

Parece que contradice lo que llevo dicho, el haber yo estado desde el dia 12 de Abril hasta el 4 de Mayo fondeado en la boca aguardando tiempo oportuno para mi viage: pero no es así, porque yo salgo á un reconocimiento, de cuyo paraje no se sabe otra cosa que lo muy peligroso que es, que precisamente debo salir á tal hora que pueda pasar en el dia los bajos de Punta Rubia; que el viento sea tal que me proporcione de dia esta navegacion, y que lo pueda resistir una embarcacion menor como es la chalupa que llevo conmigo sin exponerla á zozobrar; y que la mar sea á propósito, para que así mismo la pueda resistir, y otras infinitas circunstancias que me es indispensable atender, como conocen los inteligentes en la navegacion: y únicamente el asegurar las comisiones que se me han encargado pudieron á veces detenerme algunos dias fondeado en la boca, pero no los vientos contrarios ni aun las noches, pues he entrado y salido por la barra, sin que uno ni otro me sirviese de estorbo aun antes de descubrir esta canal: pero ahora descubierta, es mucho mas fácil esta navegacion, por lo que se hace preciso que se hagan prácticos en ella todos los que navegan al Rio Negro.

Señor Cornelio; partamos sin perder un minuto dijo el piloto . Dentro de cuarenta y ocho horas abrazaremos al Capitán, a Hans y al chino. ¡En marcha, Van-Horn! Me siento tan fuerte ahora, que andaría diez leguas sin detenerme. Recogieron los panes de sagú esparcidos entre la hierba, y se pusieron en marcha penetrando en la gran selva, que se extendía hacia el Oeste.

¡, ! ¡Aquí está el gran misterio!... No hay más que abrir y mirar... Pero yo no puedo mirar; yo, que he hecho dar tales pasos gigantescos a la ciencia, me veo precisado a detenerme delante de esta pequeña barrera... Necesito cruzarme de brazos y aguardar con paciencia que llegue otro a recoger la gloria del descubrimiento... ¿Y para esto he pasado los días y las noches contemplando con el microscopio los cerebros de tanto organismo? ¿Para eso he comprado a peso de oro a los mozos del hospital la masa encefálica de más de un cadáver?...