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Capa, espada, linterna, escala, un buen criado, en las comedias antiguas les llaman lacayos, el bolsillo bien repleto de doblas... y a perseguir tapadas. ¡Famosa debía de estar la corte! Libertad no habría; pero en cuanto a divertirse, cada oveja con su pareja..., mejor que ahora. Ellas siempre encerradas como monjas; así que cuando podían salir o meterle a uno en casa, se volvían locas.

Pero yo no me fijé siquiera en la dirección que tomábamos, porque me sentía repleto del señor de aquella torre, por su saber, por su bondad, por su talento y por sus «cosas» tan singulares y tan nuevas para , y no tenía otro deseo que el de verme a solas con Neluco para acosarle a preguntas y saber más y más de todo aquello.

Su estómago repleto le saludaba con eructos de satisfacción. ¡Vida más hermosa!... ¡Tío Chispas!... Un cigarro. Ven por él. Juanillo corrió por la borda del lado contrario al viento. Era un momento de calma, y la vela rizábase con fuertes palpitaciones, próxima a caer desmayada a lo largo del mástil.

Quedaba también un bolsón bien repleto y que nunca se desocupaba, aunque se hacía mucho uso de él, a disposición exclusiva de la Esfinge, para sus obras de caridad, que eran muchas y muy ignoradas; pero yo que la merecían especiales preferencias las madres sin amparo y los hambrientos de levita, que son los dos aspectos más horribles de la miseria de las ciudades; y también me consta que ninguna dádiva estimaba en tanto la señora de don Santiago como la de un par de medias de las que ella hacía. ¡Cómo las ponderaba y se las encarecía al pobre a quien se las regalaba!, ¡ella, que sacaba del bolsón la mano llena y cerrada, para ignorar lo que valía la limosna!

Salís de la estacion, y os hallais de repente, como si os mostrasen una vista de cosmorama, cerca del vasto dique del Comercio, repleto de buques mercantes de todas las naciones, pero principalmente belgas, ingleses y holandeses, cuyas cien banderas hacen un gracioso juego con las chimeneas de los vapores, los mástiles de los buques veleros y el colorido pintoresco y la estructura elegante de los edificios de la ciudad.

Y todos, sin distinción de razas y clases, fuertes y humildes, ignorantes e inteligentes, al eco de este nombre veían alzarse en el paisaje de su fantasía, bañada por el resplandor de la esperanza, una mujer de porte majestuoso, blanca y azul como las vírgenes de Murillo, con el purpúreo gorro símbolo de libertad sobre la suelta cabellera; una matrona que sonreía, abriendo los brazos fuertes, dejando caer de sus labios palabras amorosas: Venid a los que tenéis hambre de pan y sed de tranquilidad; venid a los que llegasteis tarde a un mundo viejo y repleto.

Pues entre nosotros los curas, pasa por una gran verdad que la conciencia se descarga más fácilmente teniendo el estómago repleto que vacío. Conque así, mi amigo, antes de pasar adelante va usted á fortalecer el suyo con algo que le voy á dar... Porque ha de saber usted, señorito, que yo tengo siempre de repuesto en esta alacena un poco de lastre para los pecadores.

Antes de salir, aún se volvió para ver á su primo, que le seguía con los ojos y parecía decirle: ¡La Muerte, Luis!... ¡Piensa en la Muerte! A las diez de la mañana llegó el doctor Aresti á Bilbao un domingo del mes de Septiembre. El tren de Portugalete iba repleto de obreros, procedentes de las minas y las riberas de la ría. Todos mostraban prisa por llegar á la plaza de Toros.

El tren estaba repleto de hombres, pequeñas figuras de un gris amarillento que llenaban las ventanas de los vagones y ocupaban las portezuelas y los estribos, con las piernas colgando sobre la vía. Otros se agolpaban en los furgones de ganado ó se mantenían de pie sobre las plataformas descubiertas, entre los carros militares y las ametralladoras enfundadas.

Encontraba yo una especie de voluptuosidad severa en errar por aquel gran santuario vacío, repleto de los llantos, de los gemidos y de las plegarias de las generaciones muertas, y allí me estaba apoyado en un pilar, con los ojos vagos y la mente más vaga todavía, saboreando impresiones de una poética melancolía, cuando un rayo de luna, surgiendo de uno de los rosetones del crucero, atravesó el espesor de las tinieblas y trazó en ellas un surco de luz pálida y temblorosa que hizo aparecer la sublime altura de la bóveda y destacarse las esbeltas columnas de pesados capiteles esculpidos... Fue un efecto de incomparable belleza.