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Y dando golpes en una arquita que llevaba a la grupa, añadió: Esperad, amigos míos, esperad; llevo aquí dentro algo que ya sabéis lo que es: aquí traigo cuchillos pequeños y grandes, redondos y puntiagudos, para atrapar las balas, los cascos de granada y la metralla de diferente clase que os van a regalar.

El capitán Juan Montiño contestó don Juan. Rechinaron los cerrojos del postigo, que se abrió á medias. Entrad dijo la mujer. Y cuando don Juan hubo entrado, el postigo volvió á cerrarse. Esperad dijo Quevedo conteniendo con la mano el postigo ; aún queda uno, digo, si no es que yo sobro, que me alegraría. ¿Sois don Francisco de Quevedo y Villegas? Créolo así.

Que enganchen. Sorprendiose la vieja de verla tan madrugadora; mas obedeció sin resistencia, y al cabo de media hora se apearon ambas ante el pórtico de San Isidro el Real. Esperad aquí dijo Paz al lacayo. ¡Qué capricho! murmuraba la dueña modernizada. ¡Al demonio se le ocurre venir tan lejos a misa! No vamos a misa.

Esperad; puesto que vais á ser mi esposa... ¿Qué?... En la carta que habéis leído, se habla de las alhajas de mi madre; aceptadlas como vuestro dote, señora... Y el joven se metió la mano en el bolsillo. Después, muy después dijo doña Clara ; ahora, puesto que entrambos queremos unirnos, venid.

Animaos, dominaos, calmaos; contened la cólera sagrada que rebosa en vuestros corazones y esperad tranquilos el fatal desenlace. ¿Recordáis lo que os ha traído aquí? MARCIO. ¡Recordadlo! Creo que no ha sido por dar un paseo por lo que hemos venido con esos pesados libros. ¿Con qué objeto hemos venido aquí? ¡Decidlo! ESCIPIÓN. ¡Verdaderamente, señores, debéis responder cuando se os pregunta!

Ese es el Madrid de hoy: esperad cinco años y será visitado por todos los viajeros de Europa, que de seguro hallarán en él una de las mas bellas ciudades de hoy: cuenta una poblacion de 300,000 habitantes.

En el de Nuestra Señora de Atocha... extramuros... ¡ah! y no me acordaba... esperad, esperad un momento. Y la dama salió y volvió al poco espacio con otro papel.

Contad con mi agradecimiento dijo Montiño levantándose. Esperad, esperad; tengo que deciros aún: guardad un profundo secreto acerca de todo lo que habéis sabido y hecho esta noche. Ya me lo había propuesto yo. No os ocultéis por temor á los resultados de vuestra aventura con don Rodrigo. Aún no lo que es miedo. Y preparáos á mayores aventuras. Venga lo que quisiere.

-No digáis más, señora doña Clara -dijo a esta sazón Dorotea, y esto, besándola mil veces-; no digáis más, digo, y esperad que venga el nuevo día, que yo espero en Dios de encaminar de manera vuestros negocios, que tengan el felice fin que tan honestos principios merecen.

Esperad algo más, querido compañero, dijo el barón, porque si no he entendido mal, escapamos de un peligro para caer en otro. ¡Capitán! gritó en aquel momento el contramaestre ¡las olas se han llevado las velas que cerraban el boquete de babor! ¡El barco hace agua!