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»En efecto, cuatro meses después se trasladó de noche, muy tarde y muy recatadamente, á casa de nuestro hermano, en una litera, una dama tapada, acompañada de un caballero cuidadosamente encubierto, y algunas horas después, á obscuras, asistida por una partera, que creía asistir á Genoveva, dió á luz aquella dama á nuestro pobre Juan.

Sobre todo no sospechéis, no os atreváis á adivinar que quien ha pronunciado aquellas graves palabras, ha sido... ¡La reina! dijo la tapada inclinándose al oído del joven y con voz ardiente y entrecortada : era la infeliz Margarita de Austria. Ya veis si confío en vos. Deteniendo á ese hombre que me sigue, servís á su majestad.

Cuando quería dormir se extendía en aquella misma butaca, y apoyada en varios almohadones, lograba conciliar el sueño. Una lámpara muy lujosa, llevada de Madrid, iluminaba el gabinete, mientras Clotilde estaba desvelada, encendiéndose en su lugar, cuando quería dormir, una bujía puesta en el suelo y tapada con una manta colgada entre dos sillas.

Pero por retraída que fuese la vida de Benedicta y por mucho que al salir rebujase el rostro entre los pliegues del manto, no debió la tapada parecerle costal de paja a un vecino del cuarto de reja, quien dió en la flor siempre que la atisbaba, de dispararla a quemarropa un par de chicoleos, entremezclados con suspiros, capaces de sacar de quicio a una estatua de piedra berroqueña.

ARROZ CON ALMEJAS. Se lavan muy bien las almejas varias veces para que suelten la arena, dejándolas un rato en la última agua fría; después se ponen cerca del fuego en una cacerola bien tapada y sin agua, para que abran; después en la cazuela que se han de cocer se pone aceite fino y cebolla picada; se echa el arroz y las almejas con sus conchas o sin ellas, a gusto, y el agua correspondiente; se deja cocer, y se sirve.

La tapada puso su pequeña mano sobre la boca del joven, y éste, aprovechando la ocasión, la retuvo, la besó; la dama dió un ligero grito, y desasió con fuerza su brazo de la mano del joven; en ésta quedó un brazalete, que el joven guardó rápidamente, y aprovechando el haberse descompuesto el manto de la dama, la miró: ¡Ah! exclamó con desesperación.

La tapada apoyaba con indolencia su brazo, un brazo mórbido y magnífico, á juzgar por el tacto; su andar era reposado, grave, indolente; el movimiento de su cabeza lleno de gracia, de atractivo; su voz sonora, dulce, extremadamente simpática, y se exhalaba de ella una leve atmósfera perfumada.

La escena primera de El escondido y la tapada, tiene singular semejanza con la de Tirso, Por el sótano y por el torno.

Una dama tapada que tenía el mismo aspecto, el mismo andar reposado, grave, gallardo de su majestad. Más aún; de repente, aquella dama se detiene junto á un hombre que estaba parado en una encrucijada y se ase á su brazo y sigue. ¡Oh! no podía ser la reina, no; ¿á qué había de asirse á otro hombre?

11 El agua mansa, de D. Pedro Calderón. 12 El marqués de las Navas, del Dr. Mira de Mescua. 1 Las manos blancas no ofenden, de D. Pedro Calderón. 2 El mejor amigo el muerto, de tres ingenios. 3 Las amazonas. 4 Vida y muerte de San Lázaro, del Dr. Mira de Mescua. 5 El escondido y la tapada, de D. Pedro Calderón. 6 La victoria del amor, de D. Manuel Morchón.