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Su palabra era firme, aunque un poco anhelosa y entrecortada. Elena se inclinaba más y más hacia él, para no perder nada de su despedida suprema, y sus lágrimas caían en las pobres manos paralizadas del enfermo, que ya no podían estrechar las suyas.

La respuesta de la encajera fue echarle al cuello los brazos, y pronunciar, con voz entrecortada de alegría: ¿Luego no sabes, no sabes que Dios me dio la sorpresa? Ya tengo el dote, chica... me voy a Portomar a ver si me reciben allá en el convento.... ¡Ahora que dicen que se acaban las monjas!

Sin vacilar, fué á la campana que servía para llamar á comer y, tirando vigorosamente, rompió el silencio de la noche con un repique rabioso. Al cabo de un instante aparecieron luces en los corredores y se mostraron en las ventanas formas inquietas. ¿Qué hay? preguntó el criado. ¡Llame usted á la señorita, despiértela! gritó Bobart, con voz entrecortada de intento.

Sobre todo no sospechéis, no os atreváis á adivinar que quien ha pronunciado aquellas graves palabras, ha sido... ¡La reina! dijo la tapada inclinándose al oído del joven y con voz ardiente y entrecortada : era la infeliz Margarita de Austria. Ya veis si confío en vos. Deteniendo á ese hombre que me sigue, servís á su majestad.

Pero lo más extraño fue que, al ser puesto en pie, rompió en una charla incoherente, impetuosa, roja la cara como un tomate, vibrante y entrecortada la lengua.

, ; vendré, vendré repetía el estanquero, que ya sentía prisa por marcharse: mas ella, como si quisiese sellar su amoroso contrato de un modo inolvidable, dio un salto de pantera celosa, y arrojándosele al cuello le abrazó, besándole el cerdoso bigote, al mismo tiempo que decía con la voz astutamente entrecortada por la emoción: ¡Quintín, qué felices vamos a ser!

Luego, con la frase entrecortada por el llanto: Ya no eres, no, el hijo aquel de mis entrañas que caminaba tan radioso por el camino de la humildad y la penitencia, y que ofreció desde niño su vida al Señor, ¡aquel mi Ramiro!... ¡aquel mi mancebillo santo! Con estas palabras ocultó de nuevo el rostro entre las manos, sin levantarse.

Doña María, de roja que estaba volviose pálida y cerró los ojos, y respiró con fuerza, y el torbellino de su dignidad se le subió a la cabeza, y se mareó, y estuvo a punto de caer desmayada. No esperaba yo tales irreverencias del Sr. D. Tadeo Calomarde dijo con voz entrecortada por la ira . El Sr. D. Tadeo Calomarde no sabe quién soy; el Sr.

Cuando exclamaba ella, casi rendida ya á mi voluntad, cayendo entre mis brazos, doblándose quebrantada al toque de mis labios, recibiendo mis besos y mis caricias, cediendo á un impulso irresistible, y no obstante luchando: "¡Dios mío, mátame antes que caiga de tu gracia! ¡Prefiero morir á pecar!;" cuando decía esto, que hoy ha repetido á propósito de su hija, no me inspiraba compasión, no me apartaba de mi mal propósito; antes bien era espuela con que aguijoneaba mi desbocado apetito. ¡Cuán hermosa me parecía entonces, al pronunciar, con voz entrecortada por los sollozos, aquellas palabras, á las cuales yo no prestaba sino un vago sentido poético, y en cuya verdad profunda yo no creía!

Harás una vida tan nueva para ti, tan llena de distracciones que no cuento mucho con tu exactitud. Juan había detenido el carricoche y nos aguardaba. Era preciso partir. Llorando con toda mi alma tomé las manos del cura y exclamé: Señor cura, la vida tiene momentos bastante malos. Eso pasará, pasará respondió con voz entrecortada. Adiós, mi hijita querida; no me olvides y precávete, precávete...