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Oyendo lo cual Sancho Panza, rompió el silencio, y dijo: ¡Voto a tal, así me deje yo sellar el rostro ni manosearme la cara como volverme moro! ¡Cuerpo de ! ¿Qué tiene que ver manosearme el rostro con la resurreción desta doncella? Regostóse la vieja a los bledos.

Esfuerzos de un arte que declina, sacudimientos de un Estado moribundo, todo lo personifica Ben Abi Aamir Almanzor, cuyo anhelo es sellar una gloriosa protesta contra la inevitable decadencia del Califato, entre los cristianos con sus triunfos, entre los muslimes con sus grandes construcciones.

Entonces, sabiendo que ha conseguido usted leer el secreto escrito en esas cartas, han intentado sellar sus labios para siempre exclamó al fin, en una voz dura y mecánica, casi como si hubiera estado hablando consigo misma. ¡Ah! ¿no se lo previne en mi carta? ¿no le he dicho que el secreto está tan bien e ingeniosamente guardado, que no conseguirá nunca saberlo o sacar provecho de él?

Quédate con tu secreto que te acredita de juiciosa, y no se hable más de esto hasta que lo desees. A con lo callado me basta. Un beso ahora para sellar las paces, y adiós. Se adivinan la temperatura del beso y la calidad de la sonrisa con que despidió Nieves a su padre.

Tal vez algún día, con más vergüenza que aquellas infelices, tendría que tender la mano a las gentes, sintiendo calor en el rostro y en el estómago el cruel arañazo del hambre. Y como para sellar su pacto con la desgracia futura, cogió entre sus manos las desmelenadas cabecitas, besándolas en las sucias mejillas, en los labios cubiertos de costras.

Vosotras, empero, almas sublimes que formais esa gloriosa legion de mártires, rechazais con santa indignacion los cobardes pensamientos que sugieren á los corazones tibios el egoismo ó la seduccion, firmes en vuestro propósito evangélico os lanzais á predicar públicamente la verdad, y devoradas por la santa sed de la salvacion de las pobres almas ignorantes y obcecadas, llevais vuestro amor hasta el inconcebible estremo de sellar con la propia sangre, para que se convenzan y conviertan, el testimonio que ya les habíais dado con vuestra irreprensible vida y luminosa predicacion.

, ; vendré, vendré repetía el estanquero, que ya sentía prisa por marcharse: mas ella, como si quisiese sellar su amoroso contrato de un modo inolvidable, dio un salto de pantera celosa, y arrojándosele al cuello le abrazó, besándole el cerdoso bigote, al mismo tiempo que decía con la voz astutamente entrecortada por la emoción: ¡Quintín, qué felices vamos a ser!

Pues yo también padezco del achaque de Sardiola.... ¡y a mucha honra! declaró Lucía ; ¡ya verá usted! ¡Bah!... ¡Sólo falta que también me salgan agradecidos sin causa! respondió Artegui en el mismo tono festivo . Pase aun cuando hay algún motivo, como con ese infeliz de Sardiola.... ¿Qué hizo usted por él? preguntó Lucía, incapaz de sellar sus labios preguntones.

En vista de lo cual, aunque desconfiaba de la farsa, fingió aceptarla, considerándola como un modus vivendi necesario para sellar el vergonzoso pacto. El taponazo del Champaña le sacó de sus cavilaciones. Don Juan, alzando la espumante copa, le dijo, como si fuesen antiguos compañeros de calaveradas: Cuando dos caballeros quieren entenderse, no hay quien pueda con ellos.

En la cruz de sus recios gavilanes las católicas luces nos traía, en sus fuertes aceros la hidalguía, en sus pechos, olímpicos afanes. Estoicos, en el ciclo de sus penas conquistaron sus glorias de soldado, y al sellar con la sangre de sus venas su epopeya brillante y espartana, nos dejaron el dúplice legado de su habla hermosa y de su fe cristiana.