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De algún medio hay que valerse para estar enterada. Pero ahora ¡qué cosa! ¿no? no hay forma de saber nada. Me canso de esta labor taquigráfica para tomar al pie de la letra una sesión política tan importante y trascendental. Y hago punto. Sólo agregaré mi satisfacción y contento por haber hecho las paces con Petrona, tan buena y tan amante de los suyos...

concretas nuestra historia: Has dado la voz de alerta, Golpeando de puerta en puerta Con tu metálica voz; Has anunciado las paces Adornada con la oliva, Y envuelta con palma altiva La guerra cruenta y feroz.

El furor y la rabia, tus sequaces, Han tomado en sus pechos tal asiento, Que qual si fuese de Romanas haces, Cada qual de su sangre está sediento. Muertes, incendios, iras, son sus paces, En el morir han puesto su contento, Y por quitar el triunfo á los Romanos, Ellos mesmos se matan con sus manos.

Respondia y decia el obispo: Que por lo tocante á la incompetencia para conocer en la causa del Sr. de Aguilar, fundada en la parcialidad de su ilustrísima por el conde de Cabra y sus hijos, lo único cierto era, «que entrando en Córdoba el rey D. Enrique, D. Alfon de Velasco y D. Juan de Guzman, Luis de Paniagua y otros muchos caballeros, el dicho D. Alfon dió la á su ilustrísima y su ilustrísima al D. Alfon, que querian ser neutrales no favoreciendo á ninguna de las partes, y que uno á otro se guardarian la honra, y que despues de un año en presencia de Diego Gimenez de Góngora Prior y de Pedro de Foces, canónigos de esta santa iglesia, por parte del señor obispo, el dean de ella y otros por la parte del citado D. Alonso, y dentro de las casas de este se confirmaron las paces que tenian tratadas y en caso necesario las aprobaron con ciertas formalidades.

Pero tampoco en este reparo debemos detenernos: la muerte por hartazgo de felicidad es envidiable. ¿Le parece a usted que solemnice las paces con ellos comiendo juntos aquí? Antes con antes. Mañana mismo. Yo empezaría con unos preliminares esta misma noche. No, señor: esta noche, y aun esta tarde, las necesito yo para negociar con Nieves y ponernos de cabal acuerdo los dos.

Como entre ambas cosas cesaron hechas las paces, y fenecida la guerra, juzgaron por cosa imposible reducirse á vivir con moderacion.

Aunque no ha de haber las paces, me duele que pase hambre. Es preciso socorrerla. Pues volveré allá. Pero se me ocurre una cosa. ¿Por qué no vas ? ¡Yo! exclamó el exaltado chico sintiendo que los cabellos se le ponían de punta. , ... porque estás acostumbrado a que todo te lo den bien amasado y cocido... Esto es cosa delicada... Yo no quiero responsabilidades.

Es porque tienes celos de ese capellanzaco que lleve el diablo... Mira, Jacinto, si te ofende que hable con él no lo haré más; pero aunque te ofenda me dejarás que te diga una cosa... y es que eres un papanatas. Y acompañó esta reflexión de un pellizco tan elocuente que Jacinto no tuvo más remedio que darse por convencido. En un instante quedaron hechas las paces.

Exhortóles á que depusiesen las armas y ajustasen paces con los confinantes, y ninguno hubo que no viniese en ello, y antes ellos quisieron ir en persona á pedir la paz á los Pizocas, mostrando que las obras correspondían bien á las palabras que le daban.

Hay que perdonarme que me gusten los elogios y que sea sensible a las dulces palabras. Es un defecto común a todas las mujeres. Habíamos llegado al sitio habitual de separarnos y me fui con Lacante y con su hija. A pesar de haber hecho las paces con Luciana, no estaba contento. La había encontrado dura en su defensa y fría en sus promesas. Ella, por su parte, conservaba un secreto descontento.