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Comercian continuamente con las ciudades confinantes, y como más fácilmente se pegan los vicios de los malos á los buenos que las virtudes de los buenos á los malos y viciosos, al ver á unos ocupados en sacar el dinero de los paisanos, á otros darse sin freno á los deleites de la carne, y en algunos, aunque pocos, tan muerta la que no hacen escrúpulo de faltar á los Divinos preceptos, y en mostrar menos reverencia á los misterios de la Iglesia, no es fácil decir cuánto crédito gana con ellos lo malo, y cuánto odio y desprecio cobran, así á las personas como á la religión que profesan.

Temerosos éstos, ó de que viniesen sobre ellos las armas portuguesas á vengar la muerte de los suyos, ó llevados del interés, se pasaron y vinieron á vivir en el país ya dicho; y aunque pocos entonces, pues apenas pasaban de cuatro mil, ahora están muy numerosos, pues pasan de veinte mil, viviendo sin forma de pueblo, en tropas, y dándose á correr y robar las tierras circunvecinas; y por el deseo de carne humana, de que gustaban mucho, hacían á muchos de ellos cautivos; y cebados por muchos días, como se hace en Europa con los animales de cerda, celebraban banquetes de cruelísima alegría, con lo cual se hicieron formidables á los confinantes; y sólo con la venida de los españoles olvidaron la inhumana costumbre de comer carne humana, pero no la crueldad; de suerte que se dice haber destruído y aniquilado hasta el presente más de ciento y cincuenta mil indios.

Convencidos aquellos bárbaros de las razones, y movidos de las súplicas del Apostólico Padre, prometieron hacer las amistades con las tierras confinantes y luego con las más remotas. Habiéndose detenido para esto allí dos días, pasó adelante acompañado de algunos paisanos.

Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes y los de España, muchos caballeros franceses, de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a y a otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos; y, tocando acaso en éste que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte désta, y las Novelas.

Con todo eso y el no conocer ni venerar deidad alguna ni hacer estima del demonio, era muy buena disposición para introducir en ellos el conocimiento del verdadero Dios, tanto más que no permitían viviesen entre ellos los que tuviesen trato familiar con el demonio, gravísimo y antiguo impedimento para conducir á la ciega gentilidad al gremio de la Santa Iglesia, con que estaban como una materia primera, indiferente y capaz de cualquiera forma, por singular providencia del cielo, que no permitiese se adelantase á tomar posesión de sus almas antes que la ley de Dios, secta ninguna ó idolatría de las muchas que tenían las naciones confinantes, con ser así que decían mucho con su genio y bárbaras costumbres.

Dejaron los traidores en su fuga los ornamentos del altar y otras alhajas sagradas, que, aunque profanadas y hechas pedazos, las recogió Quatí para restituirlas, porque todavía mantenía su buen deseo de ser cristiano; mas éste al fin se desvaneció por haber algunos caciques de su nación, confinantes con la Asunción, roto las paces con los españoles.

Y éstos, habiendo vuelto el año siguiente á aquella tierra, redujeron á la santa fe doscientos y once, los cuales dieron noticia de otros muchos pueblos que eran confinantes con ellos, como son Merojones, Guijones, Bacusones, Betaminis, Aripayres, Zipes, Tades, Guarayos, Subarecas, Paricis y otros muchos.

Persuadió también á otros de su nación, confinantes con la ciudad de la Asunción que siguiesen su resolución, y todos juntos, alegres y contentos prosiguieron el viaje. En este estado se hallaba la conversión de estas almas tan perdidas y todos esperaban feliz suceso, si el enemigo común no hubiera malogrado los intentos por medio de aquellos pérfidos apóstatas.

Muchas veces usa también el demonio provocarlos contra los confinantes, ordenándoles que asalten sus Rancherías, hagan estragos en la gente y roben y saqueen sus haciendas; con lo cual están siempre en continuas revueltas.

Verdad es, que estas naciones las más se reducen á dos ó tres Rancherías, otras á poco más de trescientas ó cuatrocientas almas y otras también en mayor número, y se distinguen por la diferencia de las lenguas, porque todas tienen distinto idioma, ni se entienden entre , aunque vecinas y confinantes, porque ó son enemigas, ó no tienen comercio unas con otras.