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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Esta incomunicación de la guerra con el medio exterior es precisamente lo que dificulta «hacer las paces». Así, pues, los contendientes, los cónyuges, han de buscar, en medio de su contienda, los métodos y las maneras de apaciguar su discordia. Y aquí está, precisamente, la dificultad. ¿Cómo ser simultáneamente, guerreros y diplomáticos, actores e intermediarios? ¿Cómo suspender las hostilidades?

6.ª Que considerado el peligro que corría su vida por la persecución del Rey de España, se pondrían á su disposición algunos suizos de la guardia real. 7.ª Que si llegara á tratarse de paces entre Francia y España, se había de procurar la libertad de su mujer é hijos, así como lo acostumbrado respecto á bienes de vasallos retenidos por otro Príncipe.

Las paces, así, en plural, constituyen un problema no menos arduo que la paz, en singular. La paz se refiere al retorno a la tranquilidad y al sosiego de dos o más naciones en lucha, o de varios partidos enzarzados en guerra civil y fratricida. Las paces aluden a la avenencia y reanudación del amor en el matrimonio después de la discordia.

El gran Thiers, en tanto, después de pesar en su mente las ventajas del viaje, miraba a su esposa como deseando que de ella partiese la iniciativa de conciliación. Era como cuando dos están enojados y ninguno quiere ser el primero en romper el hielo y hablar de paces. Rosalía se acostó, segura de que Bringas, a la mañana siguiente, se mostraría inclinado a aceptar la invitación de su primo.

Al siguiente día de Pascua de Resurrección trató el P. Zea de ajustar las paces y reducir al conocimiento de Dios los Carerás, para limpiar de esta manera el camino de peligros y encuentros con aquellos caribes, que causaban no poco terror á los pasajeros y servían de embarazo á la dilatación de la santa fe.

Sola una cosa tiene mala el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia. -Nunca te he oído hablar, Sancho -dijo don Quijote-, tan elegantemente como ahora, por donde vengo a conocer ser verdad el refrán que algunas veces sueles decir: "No con quien naces, sino con quien paces".

Hizo las paces con el marqués de Villemaurin y con toda su clientela del faubourg, a la que había escandalizado bastante. Libre de toda inquietud, pudo abandonarse, feliz, por la dulce pendiente que le conducía, sobre rosas, hacia la dote de la señorita Steimbourg. ¡Afortunado L'Ambert! le abrió su corazón de par en par, y mostrole los sentimientos legítimos y puros que lo llenaban por completo.

Y no lo es, no, yo creo ahora que no lo es; pero si no sabe lo que es ¿cómo me va a perdonar?». Y airada ya contra Juan irrevocablemente, como si las nubes que pasan por el cielo del amor fueran sus lienzos funerarios, se levantaron como si hubieran hecho las paces, pero sin alegría.

No bien acabadas de hacer las paces, llegó don Acisclo con Pepe Güeto, quienes no advirtieron las huellas de la pasada tempestad. Cenaron los cuatro en amistosa compañía, y con buen apetito, y se fueron luego a dormir. Al día siguiente se celebró con pompa y estruendo la entrada triunfal de D. Jaime en Villafría.

Dicho sin metáforas, en lenguaje directo: ¿Quién ha de ceder primero? ¿Quién de los dos se anticipará a ofrecer el beso o el abrazo de reconciliación, forma protocolar de los armisticios conygales? Ya se ve, pues, que no hemos exagerado al decir que es más fácil hacer la paz que «hacer las paces».

Palabra del Dia

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