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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Pero los cristianos no atendiendo á que de faltar á las promesas juradas, no podria resultar otra cosa mas que el descrédito de la doctrina evangélica, aceptaban en los capítulos de paces la condicion de conservar á los mahometanos en su religion, sin oprimirlos ni vejarlos, i luego les quitaban los templos i los obligaban á cristianarse con las duras leyes de la fuerza.

Y uno en otro confiados Viven en su amor tranquilos. ¡Ah, qué santas alegrías! ¡Ah, qué goces no sentidos Vuelan como blancas hadas Por la cuna de los hijos! ¡Cada cuadro es un recuerdo, Cada mueble es un amigo, Cada lágrima es un beso, Cada dicha es un suspiroMi marido abrió los brazos. ¡Qué alegría, Dios mío! Y es que no hay canciller como un poeta lírico para «hacer las paces...»

Habiendo caminado las balsas cuarenta leguas, descubrieron á lo lejos algunas canoas de indios Payaguás, que se creyó eran espías de esta nación. Deseamos hablarles y dárnosles á conocer para quitarles todo miedo y sospecha y exhortarles á que ya de una vez ajustasen paces con los españoles y quisiesen hacerse cristianos.

La judía de Toledo, de Diamante, presenta el mismo argumento que conocemos ya, recordando Las paces de los reyes, de Lope. «Todas las primeras damas del Teatro Español, dice Signorelli, aprenden para demostrar su talento el papel de La judía de Toledo, de la comedia del mismo título de Diamante.

Ya hemos hecho las paces. Como de lejos mamá no podía ver su palidez ni la ridícula mueca que él pretendía ser beatífica sonrisa, todo fué bien. ¿No le pegaste, no? insistió aún mamá. No. ¡Si fué una broma! Mamá entró de nuevo. ¡Broma! Broma comenzaba a ser la mía para el padrastrillo.

Esta misma contemplación del espíritu de Ana, cuya cabalidad y belleza entonces más que nunca le absorbían, le apartaron del riesgo, en otra ocasión acaso inevitable, de observar en cuán grata manera iban unidas en Sol, sin extraordinario vuelo de intelecto, la belleza y la ternura. Con Lucía, no había paces. Lo que no penetraba Ana, ¿cómo lo había de entender Sol?

Y sin réditos... Luego , en cuanto hiciste las paces con el del almacén de vinos, me pagaste... Duro sobre duro. Pues bien: ahora soy yo la que se ha caído: necesito doscientos reales, y me los vas a dar. ¿Cuándo? Ahora mismo. ¡Mecachis... San Dios! ¡Como no se me vuelva dinero la chimenea de los garbanzos! ¿No los tienes? ¿Ni tu Comadreja tampoco?

Para hacer la paz hay reyes, diplomáticos, cancilleres, ministros, políticos, gobernantes, etc., todos los que han lanzado a los pueblos a la pelea. Para «hacer las paces» no hay acción intermediaria y pacificadora, porque los guerreros los cónyuges empiezan por ocultar su propia guerra. En las guerras internacionales los combatientes sienten el orgullo y el honor de la pelea.

Dejaron los traidores en su fuga los ornamentos del altar y otras alhajas sagradas, que, aunque profanadas y hechas pedazos, las recogió Quatí para restituirlas, porque todavía mantenía su buen deseo de ser cristiano; mas éste al fin se desvaneció por haber algunos caciques de su nación, confinantes con la Asunción, roto las paces con los españoles.

La nobleza vetustense opinó que muerto el perro no se acabase la rabia; que la muerte providencial de la modista no era motivo suficiente para hacer las paces con el infame don Carlos ni para enterarse de la suerte de su hija. Tiempo había para proteger a la niña, sin menoscabo de la dignidad, si, como era de presumir, la conducta loca de su padre le arrastraba a la pobreza.

Palabra del Dia

hociquea

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