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La lectura de este libro me ha interesado mucho, porque precisamente fue escrito en el año 1788, época en que yo debí, en compañía de mi madre, haber hecho un viaje por aquellos lugares; con bastante disgusto mío, hubimos de detenernos en casa de unos parientes que teníamos en Limoges, que tenían unas posesiones a seis leguas de la ciudad; pasamos allí una temporada; llegó la primavera y con ella la noticia de que la duquesa de Orleans necesitaba de la compañía y los consejos de mi madre, pues la Revolución había empezado en París. ¡Lástima grande haberme perdido este viaje a los Pirineos!

Esto en cuanto á su exterior: ahora vamos á penetrar en sus inmensos salones, ricos de arte y elegancia: pero ántes de llegar á su cuerpo principal tendrémos ocasion de detenernos á admirar la espléndida escalera de los Gigantes.

Queremos llegar á nuestro fin á toda costa y cuando hayamos probado que era usted una víctima y no un culpable y que se le tenía encerrado á consecuencia de un monstruoso error judicial, veremos si en el país de la audacia y de la generosidad hay gendarmes para detenernos y jueces para castigarnos. Yo no tengo ningún remordimiento, ninguna inquietud, ninguna vacilación. ¡Y este viaje me encanta!

Pero de un peligro caíamos en otro, y cuanto más apretábamos el paso, mayores prodigios arquitectónicos nos salían al camino tratando de detenernos.....

Como la suerte del teatro español, después de su período más brillante, ha sido trazada tan sólo con sus rasgos más generales y sin detenernos en pormenores, no ha habido ocasión oportuna para hablar de los actores más famosos del siglo XVIII. Dos descollaron únicamente, cuyos nombres hemos de consignar ahora, que son Damián de Castro, que representaba con mucho arte los papeles llamados de figurón, hasta el punto de que casi todas las comedias de esta clase de Cañizares y de Zamora se compusieron particularmente para él, floreciendo en los reinados de Carlos II y de Felipe V; y María Ladvenant, la actriz más célebre de su época, de la cual dice Signorelli, testigo de su habilidad, que era digna de figurar entre las artistas de más talento y de más gracia de todos los tiempos.

Alejandro es la pintura, el reflejo de la Grecia guerrera, literaria, política y artística; de la Grecia excéptica, filosófica y emprendedora, que se derrama por sobre el Asia para extender la esfera de su acción civilizadora. Por esto nos es necesario detenernos en los detalles de la vida interior del pueblo argentino, para comprender su ideal, su personificación.

Miré a Sarto. ¡Adelante! exclamó, y poniendo espuelas al caballo se lanzó al galope. Cuando volvimos a detenernos nada oímos, pero a poco se repitió el rumor. El coronel desmontó y aplicó el oído a tierra. Son dos dijo, y están a un cuarto de legua. Por fortuna el camino es tortuoso y la dirección del viento nos favorece.

¡Oh! ¡vuestras espuelas! exclamó ¡nos hemos olvidado de que os las quitáseis! Pues me las quitaré dijo Montiño. No, no, seguid adelante; en esta galería no podemos detenernos; ¡oh Dios mío! Y la dama siguió andando de prisa. Al cabo de un buen espacio de marcha por habitaciones obscuras y sonoras, la dama se detuvo y soltó la mano de Montiño. ¡Ah! dijo el joven. Hemos llegado contestó ella.

Nosotros andábamos, andábamos sin detenernos. Considerando que lo mejor que podía hacer era seguir a mi viejo acompañante, mis alas se desplegaban a compás de las suyas, para replegarse y quedar inmóviles tan pronto como él se detenía.

Courtrai es famosa por la célebre batalla de las Espuelas, ganada por los ciudadanos flamencos, en 1302, contra los Franceses; y la ciudad no carece de algun valor por sus antiguos monumentos góticos y sus modernos establecimientos públicos. A media hora de Courtrai, hubimos de detenernos en Mouscron, pequeña villa de cerca de 7,000 habitantes, donde se halla la Aduana.