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De este desorden, quizá por mucho tiempo inevitable, resulta que el caudillo que en las revueltas llega a elevarse, posee sin contradicción, y sin que sus secuaces duden de ello, el poder amplio y terrible que sólo se encuentra hoy en los pueblos asiáticos. El caudillo argentino es un Mahoma, que pudiera a su antojo cambiar la religión dominante y forjar una nueva.

El ladrón argentino es, por lo general, astuto, audaz y emprendedor allí donde no le conocen; sus uñas le dan réditos fabulosos.

Fue Sarmiento, en nuestro país, el que contribuyó más eficazmente a barrer del espíritu argentino con la difusión de las luces por la educación común, esa lamentable basura moral, que es el gobierno de los niños por el miedo al cuco y de los adultos por el miedo al diablo.

«Señora dijo, encantando a Jacinta con su metal de voz argentino y su pronunciación celestial . Yo no me pinté la cara el otro día...». ¡ no...!, ya lo sabía. Eres muy aseada. No, no me pinté repitió acentuando tan fuertemente el no con la cabeza, que parecía que se le rompía el pescuezo . Esos puercachones me querían pintar, pero no me dejé. Jacinta y Rafaela estaban embelesadas.

Y es un hombre bueno y pundonoroso: un caballero que ignora los actos de su mujer y el triste papel que va á representarMientras el argentino le miraba con simpática conmiseración, Torrebianca siguió hablando. Como ninguno de los dos quiere dar explicaciones, y las injurias son de indiscutible gravedad, el duelo lo concertaremos á muerte. ¿No opina usted así, señor?...

Con estos desatinos que decia, Que muy grande aficion al Argentino Mostraba el Presidente que tenia, Procuran de volverse en su camino El Obispo, y teniente que ponia En su lugar Ortiz el zaratino; Que es Cáceres, un hombre bullicioso, Amigo de mandar y sedicioso.

Otro ruido extraño vino a aumentar su zozobra: oyóse un ligero golpe metálico, argentino, semejante al de la hoja de un puñal chocando con precaución sobre una superficie cristalina o marmórea; después, a intervalos y por largo rato, un ruido sordo de algo que frotaba con rapidez y ligereza... Quizá el vecino afilaba el puñal, quizá lo estaba envenenando...

Mas no pone temor esta destroza A D. Pedro Guadix y de Mendoza. D. Pedro de Guadix, como diremos, Despues de haber de Roma malvenido, Cuando hubo disencion en los supremos, El gobierno Argentino hubo pedido. Empero algun tanto ahora descansemos, Que no le dejaremos por olvido, Pues su hambre rabiosa y grande ruina Ayuda á lamentar á la Argentina.

Con esto subo arriba, veremos, Lo que en el Argentino ha sucedido, Y

Cuanto el hombre ha hecho, el argentino lo intenta hacer. De noche, cuando el gentío llama a la puerta, se encienden a la vez, en sus globos de cristal blanco y azul, y rojo y verde, las mil luces eléctricas del palacio.