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Y saludando a los forasteros con un gesto de bondad altiva y señorial, que Montenegro había visto muchas veces en doña Elvira, el temible Dupont hizo un ademán a su empleado para que le siguiese. Fuera de la bodega detúvose don Pablo, quedando los dos hombres al aire libre, con la cabeza descubierta, en medio de una explanada.

Sin embargo, bajo el ala protectora y la altiva tutoría de la señora Percival, Mabel había penetrado en el mejor y más elegante círculo social, cuyas puertas están siempre abiertas para la hija del millonario, y había dejado bien sentada su reputación como una de las debutantes más encantadoras de su season. ¡Cómo ha cambiado la sociedad en estos últimos diez años!

Temía haber sido burlada por Quevedo, y esto la hacía temblar de indignación. Le había abierto su alma y sus brazos, y la condesa de Lemos era demasiado altiva, demasiado honrada, demasiado pura, para permitir que el único hombre por quien se había olvidado de todo, se desprendiese de sus brazos riendo.

Al fin, volviendo a encontrar su energía, se enderezó y dijo: «Pues bien, tío, vas a saberlo todo... Desde el día en que Olga rechazó mi pedido tan altiva y fríamente, no me había vuelto a encontrar con ella.

Piola continuo: Tal vez tengas vos tus razones para eso. Nosotros te ayudamos como hermanos, pero si te han dado plata por llevarte á esa señorita, debías partírtela con nosotros. El gaucho tomó una actitud altiva. Nada de plata. Te expliqué que esto es venganza; la peor para ese viejito que me insultó... Ya sabés también nuestro trato.

Creo que no llevará su rencor hasta el punto de arrojarme de su casa; me parece que no voy a poder subir la escalera, ya los nervios me bailan y el corazón me da saltos: debo estar blanca como un papel... ¿Por dónde empezaré? ¿entraré altiva o humilde? humilde, ¡Dios mío! porque voy a humillarme; ¡qué paso tan penoso!

Aquella altiva y grave joven no era de las que dicen ligeramente los secretos de su corazón. En aquel momento miraba fijamente á Tragomer, que con su busto de gigante y sus brazos de Hércules, temblaba de emoción. Quería, precisamente, hablar con usted, señor de Tragomer, dijo María con acento firme. Hace seis meses, cuando usted partió, me tendió la mano y yo le di la mía.

¿Quién está ahí? ¡Qué diablos! gritó otra vez, tratando en vano de ver en la obscuridad. Toda mi arrogancia me volvió. Estaba tranquila y altiva cuando me había despedido de él algunos años antes, quería ser la misma para presentármele entonces. ¿Acaso necesitaba saber todo lo que yo había sufrido en el intervalo? Olga... en verdad... Olga, eres .

El mangante tiene un castizo abolengo, y nuestros contemporáneos lo son, más que por necesidad, por imperativo de la casta, por una enorme fuerza de atavismo. ¡Oh, capa de mendigo, santificada y evangélica, altiva como la del mismo rey!

Orgullosa y altiva, creía identificar en su persona las clases «elevadas y superioresPor esto mismo se atribuía el derecho de imponerse a todos, y estaba persuadida de que personificaba el buen tono. No faltaba mucho para que se considerase como una rueda esencial en el mantenimiento del orden social.