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El doctor, ante estos placeres rudos y violentos del pueblo primitivo, recordaba las fiestas griegas, embellecidas al través de los siglos por el encanto del arte. Aquellos juegos al aire libre, sencillos y burdos, de una inmediata utilidad, recordaban involuntariamente los Juegos Olímpicos. ; se parecen pensaba Aresti.

El vulgo cree que aún vive porque la ve y la toca: ignora que una religión tiene en su vida los siglos por minutos y que pasan generaciones y generaciones entre su defunción y su entierro. Siglos antes de nacer Jesús ya estaba muerto el paganismo. Los poetas de Atenas se burlaban en la escena de los dioses olímpicos, los filósofos los despreciaban.

Excitado el amor propio, se despoja de la levita y vuelve a saltar con felicidad. Los demás le imitan. Al instante toma aquello el aspecto de los juegos olímpicos y todavía más de la gran batuda americana. Pero Núñez es un eminente saltarín. Así estaba de antiguo reconocido en todo el ejército y más particularmente en el arma de infantería.

Con los vivos y ricos colores de su fantasía, ha exornado también Salazar los asuntos tomados de la historia antigua, escogidos por él para materiales de sus dramas. Tales son Los juegos olímpicos y Céfalo y Procris. De muy diversa índole, al contrario, es otro drama suyo, titulado La segunda Celestina, que goza de mucha fama, y se ha conservado hasta hoy en el repertorio del teatro español.

Y estos juegos olímpicos consistían en tragar pasteles con rapidez, llenar un tanque de patatas, enhebrar agujas, batirse a golpes de almohada, correr metidos en sacos, saltar obstáculos, y otras suertes que se repetían en todos los viajes al pasar la línea equinoccial con la exactitud de ritos religiosos. Por la tarde iban a ser los juegos de los niños.

El héroe forzudo lleva bajo sus bíceps los cartuchos de dinamita con los que hacer volar istmos y montañas, y el herrero tuerto martillea día y noche para servir los incesantes pedidos de su señor... Mercurio el trapacero, que robó descansadamente durante siglos detrás de los mostradores, hace ahora antesala en los Bancos y se quita con humildad el capacete con alas para suplicar al gerente el descuento de un pagaré... Hasta la caprichosa Venus hace salir de su alcoba por la puerta de escape, como entretenidos vergonzosos, a sus antiguos amantes olímpicos y abre luego de par en par la puerta de honor para que entre por ella el dios despreciado.

Luego de la comida iba a efectuarse en el salón el reparto de premios a los triunfadores en los juegos olímpicos y a las señoritas que se habían presentado con mejores disfraces en la fiesta del paso de la línea. Después de esta ceremonia empezaría el concierto, para el cual venían haciéndose tantos preparativos desde una semana antes.

Raros son los papiros que no contienen noticias lastimosas; pero, al fin, algunas hay alegres también. Pondré por caso la certificación, expedida por un juez de los juegos olímpicos, de que Horión ha alcanzado la victoria y ha sido coronado á son de trompetas.

En la cruz de sus recios gavilanes las católicas luces nos traía, en sus fuertes aceros la hidalguía, en sus pechos, olímpicos afanes. Estoicos, en el ciclo de sus penas conquistaron sus glorias de soldado, y al sellar con la sangre de sus venas su epopeya brillante y espartana, nos dejaron el dúplice legado de su habla hermosa y de su fe cristiana.

»A 22 de el corriente se celebró en Palacio el felicisimo dia de el cumplimiento de años de la Reyna N. S., y á la noche se representó la famosa comedia de los Juegos Olímpicos, que Su Magestad honró con Su Real presencia, asistido de Su Alteza1678. «La Gazeta ordinaria de Madrid. Martes 11 de enero 1678.