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El ingeniero era débil de cuerpo, dulce de maneras, odiaba á los soldadotes, hablaba de la regeneración de los caídos y del advenimiento de los pobres al poder. Además, los triunfadores se reían de él y tal vez lo matasen el día menos esperado. ¿Qué héroe más interesante podía encontrar una mujer de sentimientos sublimes y «mal comprendidos», como se creía esta muchacha?...

La guerra significaba para él un desastre á breve plazo. No tenía fe en su país: la época de Francia había pasado. Ahora los triunfadores eran los pueblos del Norte, y sobre todos, aquella Alemania que él había visto de cerca, admirando con cierto pavor su disciplina, su dura organización. El antiguo obrero sentía el instinto conservador y egoísta de todos los que llegan á amasar millones.

No faltaba lo de las madres que durante la guerra mataban a sus pequeñuelos para no verlos esclavos de los triunfadores extranjeros, ni lo de la muerte en cruz de tantos mártires entonando himnos de libertad entre maldiciones al conquistador, y con todo esto, un sinnúmero de pormenores sobre el tipo y las costumbres de sus héroes, pormenores que yo hubiera querido sobre la tierra que habitaron, tal y como era en mis días.

De continuar el mundo como antes, tal vez hubiéramos permanecido de pie y triunfadores. El ambiente nos amparaba: éramos sus hijos. Pero el cataclismo universal les había hecho perder su centro de gravedad para siempre. Estaban ladeados, con grietas que nadie podría recomponer, próximos á derrumbarse. Nosotros somos de otra época, y no hay quien sostenga nuestra fragilidad.

Los genoveses, triunfadores de los pisanos, cegaban su puerto con las arenas del Arno, y la ciudad de los primeros conquistadores de Mallorca, de los navegantes á Tierra Santa, de los caballeros de San Esteban, guardianes del Mediterráneo, pasaba á ser Pisa la muerta, población que sólo de oídas conoce el mar.

Si para un negocio se necesitaban tierras, las tierras se adquirirían. Los futuros triunfadores ignoraban cómo ni por qué medio, pero se adquirirían, y... basta.

Montenegro los veía pasar en fila, camino de la cárcel, entre las bayonetas y las grupas de los caballos, unos abatidos, como si les sorprendiese la aparición hostil de la fuerza armada «que había de unirse a ellos»: otros, asombrados, no comprendiendo cómo las cuerdas de presos despertaban tal alegría en la calle Larga, cuando habían desfilado por ella horas antes como triunfadores, sin permitirse el menor atropello.

Y sin oponerme a los planes de nadie, ni levantar yo planes por mismo, me he quedado en el silencio, significando con él que no se debe poner mano sobre la paz y la vida de un pueblo sino con un espíritu de generosidad, casi divino, en que los que se sacrifican por él, garanticen de antemano, con actos y palabras, el explícito intento de poner la tierra que se liberta en manos de sus hijos, en vez de poner como harán los malvados, sus propias manos, en ella, so capa de triunfadores.

El orgullo de Alicia, su ansia de dominación, le habían enfurecido en otro tiempo. Acostumbrado á proteger generosamente á las mujeres, pero sin someterse nunca á su voluntad, á considerarlas á todas como algo agradable é inferior, no podía transigir con este carácter soberbio. Eran los dos igualmente poderosos y triunfadores para llegar á tolerarse. ¡Pero ahora!...

Unos y otros miraban al Perú como tierra conquistada, propia; unos y otros hacían resonar sus espuelas en el pavimento de la ciudad de los reyes con la altivez de triunfadores, y tal vez con la conciencia de la superioridad sobre los que acababan de libertar. ¡Y qué hombres! Sucre, Córdoba... de un lado; Lavalle, Necochea... del otro. ¡Nubes en presencia, cargadas de electricidad!