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Sobre la frente inmaculada de la joven se alzaba como un nimbo el oro de la barba rizosa de Salvador, que parecía hermoso con el victorioso encendimiento de sus ojos zarcos, la sonrisa de noble ufaneza y el bizarro alarde con que amparaba a Carmen junto al corazón.

Pachimerio dice que el Papa se le pidió á Don Fadrique, y que juzgando no ser justo entregar á quien tambien le habia servido, ofreció entonces de escribir y rogar al Emperador Andronico le trajese á su servicio; porque de esta manera saldria honrado de sus tierras, y el Papa no podria quejarse de que él amparaba los fugitivos de las Religiones.

De continuar el mundo como antes, tal vez hubiéramos permanecido de pie y triunfadores. El ambiente nos amparaba: éramos sus hijos. Pero el cataclismo universal les había hecho perder su centro de gravedad para siempre. Estaban ladeados, con grietas que nadie podría recomponer, próximos á derrumbarse. Nosotros somos de otra época, y no hay quien sostenga nuestra fragilidad.

Por esto ponía buena cara a todos los desvíos de la suerte: ella acabaría por entregarse vencida. Dos días antes, al pasar por la calle de Alcalá, frente al Ministerio de Hacienda, había encontrado a don Gaspar Jiménez, primer marqués de Jiménez, aquel senador pariente de la señora que le amparaba en su buena época.

Llegó al fin un punto en que, no habiendo habido hombre que en él reparar me hiciese, y por el que en nada mi malaventura del alma se aliviase, mi padre llegó al fin y remate de su hacienda, y no rindiéndose aún y esperando siempre el ave-fénix que conmigo había de casarse, pidió dinero prestado, que cuando los plazos se cumplieron no pudo pagar; de modo que, conocida la pobreza de mi padre, nadie fue osado a prestarle un solo maravedí; más bien los acreedores embargáronle cuanto en la casa había: muebles, tapices, carroza, y aun la misma ropa y alhajas de mi madre y mías; y como mi padre se viese en medio de la calle con mi madre y conmigo, sin poder volver a nuestro pueblo, porque en él nada nos quedaba, y sin tener otro refugio que la pobre casa de un fiel criado que de nuestras bien merecidas desdichas condoliose, enfermó, y de tal y tan grave manera, que al hospital de San Juan de Dios fue necesario conducirle; que el criado que nos amparaba no tenía fuerzas para otra cosa; y allí el desgraciado, perdida ya toda esperanza, comido del remordimiento de la miseria en que a mi madre y a nos había puesto, muriose, y de caridad le enterraron no lejos del sitio en que esta mañana fue sepultada mi desventurada madre, en ese cementerio del Salvador, adonde vos, movido a compasión por mi desgracia y mi soledad, me seguisteis.

Pues será necesario que renuncies á verme. ¡Juan! exclamó Luisa, cuyos ojos se llenaron de lágrimas. Preciso de todo punto: las cosas se ponen de manera que no se puede pasar más adelante. ¿No oyes que esta noche la reina ha salido á la calle? ¡Oh! no, eso no puede ser. ¿Que la amparaba un hombre desconocido?... ¡Dios mío! ¿pero qué tengo yo que ver con todo eso?

Verdad que estos castigos se hallaban funestamente neutralizados por el mimo y regalo con que su madre lo criaba. No sólo ocultaba con mil artificios sus faltas y le amparaba cuando su padre iba á corregirle, sino que le daba cuanto dinero había á mano, sin comprender la desgraciada el daño que hacía.

De un lado ponía los compromisos caballerescos y legítimos, que la misma Iglesia amparaba como algo sacrosanto, más precioso que la vida; del otro, los pactos ilícitos, los juramentos anatemas, en contra de la majestad de Dios o el interés de la Iglesia, y de los cuales era menester desligarse, sin demora, pues si la muerte sorprendía a un alma con semejante pecado, arrojábala derecho a las peores torturas del infierno; sobre todo si el juramento era hecho en favor de los enemigos de la religión.

Admitiéronle, y entraron, y a poco, encerrado el capitán Diego de Urbina con Cervantes en la cámara del alcázar de popa, oía el cuento de su desdicha, y le amparaba, y secretamente en la galera le tenía.

Verdad es, que un Juliano Apóstata, quiso interesar su poder en amparar y restaurar apesar del mismo Dios su República, pero fue un Juliano y fue quien habiendo apostatado de todo lo bueno, para no tener un Dios que temer, procuró renovar la idolatría de todos; el fue tan pésimo, que siendo crédito de los que perseguía, no podía dejar de ser deshonra, de los que amparaba.