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Delante de él se abrían en el corazón de Carmen todas las grietas profundas del dolor, porque aquel corazón atormentado pedía paz y calma y suspiraba por descansar en otro corazón blando y generoso; pero cada día una nueva meditación religiosa traía sobre aquellas ansias su mandato austero y rígido, helado como los soplos invernales que gemían en la casona al través de todas las rendijas de los muros y de las puertas.

El humus fecundo, la temperatura tropical, la humedad que manaba por todas partes, habían cubierto estas laderas de prodigiosa vegetación. Surgía de la tierra amontonada entre los bloques negros, de las grietas y oquedades de la piedra, como si ésta tuviese en aquel paisaje maravilloso un poder de fecundidad.

El animal á quien la forma de su cuerpo y la elasticidad de sus músculos dieron mayores facilidades para brincar de peña en peña y saltar las grietas es la graciosa gamuza, el antílope de nuestras comarcas. Ese es el verdadero habitante de la montaña.

Un funcionario Tendido de espaldas en el camastro y siguiendo con vaga mirada las grietas del techo, el periodista Juan Yáñez, único huésped de la sala de políticos, pensaba que había entrado aquella noche en el tercer mes de su encierro.

Levantó otra, y vió un cuartucho no mucho más grande, obstruido completamente por un camastro enorme, formado con tablas sin cepillar y varios banquillos. En él dormía toda la banda de Zamora, siete hombres y el muchacho, en mutuo contacto, sin separación alguna, sin más aire que el que entraba por la puerta y las grietas de la techumbre.

Pues semejante a ellas es la pureza del alma: no hay lágrimas bastantes para ahogarla. Nunca llega el corazón a endurecerse tanto que se le pidan en vano; más duras son las peñas de los montes, y de entre sus grietas surgen los manantiales. Margarita escuchaba confusa. Era indudable que aquel hombre conocía su delito.

En tanto, el agua penetraba por los mil agujeros y grietas del casco acribillado, y comenzaba a inundar la bodega. El Bucentauro, navío general, se rindió a nuestra vista. Villeneuve había arriado bandera. Una vez entregado el jefe de la escuadra, ¿qué esperanza quedaba a los buques? El pabellón francés desapareció de la popa de aquel gallardo navío, y cesaron sus fuegos.

Dentro, en la alberca, se escucha del débil chorro del agua la monótona caida, y el gemido de las auras en las rojas amapolas, en las dulces pasionarias, en la espesa madreselva y en las higueras enanas, que, con torcidas raíces, como bulbosas arañas, á las grietas del muro de la mezquita se agarran.

Fíjate, criatura; di si tu abuela se ha visto nunca en tal abundancia. Esto parece un café de la Puerta del Sol. Maltrana, a la luz indecisa de la vela, veía todos los platos rajados por negras líneas, las tazas con grietas o sin asas, los vasos con los bordes rotos.

Es talvez en esas grandes familias, hijas del viento, de las aguas y de las grietas sombrías, donde mejor se revela todo lo que la ciencia y los viajes han podido avanzar, y todo el poder de domesticacion que el hombre es capaz de ejercer sobre el reino animal entero.