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16 Y él entregará a Israel por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel. 17 Entonces la mujer de Jeroboam se levantó, y se fue, y vino a Tirsa; y entrando ella por el umbral de la casa, el niño murió. 18 Y lo enterraron, y lo endechó todo Israel, conforme a la palabra del SE

Lo cual no impidió que el buque naufragase... El mar arrojó más tarde los cuerpos de las vírgenes a la playa. Recogiéronlos varios pescadores, que al ver rostros tan hermosos, ¡infelices! se enamoraron de las muertas. Lleváronlas a un cementerio gótico abandonado en un campo de asfodelos, y las enterraron.

En tiempos muy remotos quisieron los tablanqueses sustituir con otra nueva y «de mejor ver» aquella misma Virgen que les parecía muy antigua, tanto que no se conocía su origen «en memoria de hombre». Acordada la sustitución, adquirieron la imagen que deseaban y la colocaron en el altarcillo después de retirar de él la antigua, a la cual enterraron con gran solemnidad, no sabiendo qué hacer de ella ni cómo honrarla mejor.

Don Marcos adivina su impaciencia, y mientras descienden dos escalinatas más, va dando explicaciones. La inglesa se fué antes que la otra; por eso la enterraron arriba. ¡Han muerto tantos en los últimos meses!... Llegan á la última meseta del cementerio, la más baja, un campo cuadrado de tierra rojiza, en el que no hay losas, ni columnas truncadas, ni cadenas.

10 Y pusieron sus armas en el templo de su dios, y colgaron la cabeza en el templo de Dagón. 11 Y oyendo todos los de Jabes de Galaad lo que los filisteos habían hecho de Saúl, 12 se levantaron todos los hombres valientes, y tomaron el cuerpo de Saúl, y los cuerpos de sus hijos, y los trajeron a Jabes; y enterraron sus huesos debajo del alcornoque en Jabes, y ayunaron siete días.

32 Y enterraron en Siquem los huesos de José que los hijos de Israel habían traído de Egipto, en la parte del campo que Jacob compró de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien corderas; y fue en posesión a los hijos de José. 33 También murió Eleazar, hijo de Aarón; al cual enterraron en el collado de Finees su hijo, que le fue dado en el monte de Efraín.

En fin, a él lo enterraron y quedáronse las dos mujeres cual es de suponer en los primeros momentos: aturdidas, maravilladas de ver cómo «se va uno al otro mundo». Desequilibrio económico no lo hubo, porque Amparo, indultada, había vuelto a la Fábrica, y Chinto, trabajando como un mulo porfiado que era, ganaba lo mismo que antes y traía fielmente la colecta todas las noches según costumbre, con la diferencia de que ni recogía ni reclamaba su mezquino sueldo.

¡Ah! exclamó Dorotea. La misma noche en que enterraron á Margarita... oye... oye bien, Dorotea, oye con toda tu alma porque... vas á oír una cosa horrible y el rostro del bufón tomó toda la terrible expresión de un condenado : cuando tu madre... ¡Oh! ¡no me había engañado! exclamó la joven.

El desconocido le ayudó á levantar la pira donde quemaron el cadaver del hombre, cavó la fosa en que enterraron á su madre y despues de darle algunas monedas le mandó abandonase el lugar. Era la primera vez que veía á aquel hombre: alto, los ojos rojos, los labios pálidos, la nariz afilada...

La última que enterraron fue mi protectora, y antes de que trajesen su cadáver habían pasado muchos años sin entierros... Esto es muy bonito: hace pensar en el amor más que en la muerte. Contemplaba la joven desde el parterre todo el frente del cementerio: dos pabellones color de rosa unidos por una doble columnata del mismo tinte alegre.