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A pesar de la natural bondad de su alma, su religión sombría y terrible le obligaba a maldecir y a lanzar anatemas. Pero las tres amigas, imaginando, como por inspiración, que sólo el ermitaño podía descifrarles la carta, se decidieron a arrostrar sus maldiciones y le buscaron, según queda dicho, por espacio de siete días.

Las estancias cadenciosas de sus trémulos poemas guardan bálsamos y mieles, no los fieros anatemas forjan lanzas aceradas en la urdimbre de su estrofa, 45 y en la gama de su verso melancólico y flexible hay, si hiere, un dulce ruego de perdón indefinible, y un espíritu doliente y amoroso si apostrofa.

Clarence King, aunque la defensa que haga yo de España sea ligera, desenfadada y de broma, ya que el articulo del Sr. Clarence King no merece refutación más seria y detenida. Lo que diga yo sobre él será como remate y complemento de la impugnación que la salida de tono y los anatemas de Draper contra España me han inspirado. Empezando ahora por contestar á la acusación que nos dirige el Sr.

Además fulminaron anatemas contra todos aquellos que comieran en compañía de israelitas, i contra los que permitieran que estos bendijesen los frutos que de arrojaban las tierras de los cristianos.

Y Luna notaba en este silencio cierta rebeldía semejante al irónico gesto con que los compañeros de Barcelona acogían sus ilusiones sobre el porvenir y sus anatemas a las violencias de la acción. Los ardientes neófitos se distanciaban de su iniciador. Le oían con respeto, pero necesitaban aislarse de él para digerir a su modo las enseñanzas.

Por eso no me parece mal que vayamos puliéndola, perfeccionándola, hermoseándola y sutilizándola en este mundo. Para pulirla suelen los hombres, en ciertos países adelantados, lavarse ya todos los días, costumbre rara, cuando no desconocida de la cristiandad, ciento o doscientos años hace, y contra la cual aún fulminan sus anatemas el piadoso señor Veuillot y otros santos padres.

Aún más vasto era el ciclo de misterios, que se representó hacia el mismo tiempo en Chester, pues comprendía toda la historia del mundo, desde la creación hasta el juicio final. Acordábase tan poco el clero de sus anteriores anatemas, que se concedió indulgencia de mil años á los espectadores que asistiesen á toda esta serie de piadosos dramas.

Desahogaba su ira en furibundos apóstrofes, anatemas y dicterios, golpeando la mesa, lívido y descompuesto, cuando sintióse ruido de pasos y apareció la fatídica estampa del mozo de la imprenta, que volvía en busca del comenzado fondo.

Sus palabras llevaban el desquite: parecía como si con un manojo de lirios azotara las frentes de los pecadores: sus anatemas eran alfileres con alas.... Esa noche triunfó y ya más nunca dejó de ser el triunfador.

Los escritores de este tiempo acusan con frecuencia de lascivos al Zapateado, Polvillo, Canario, Guineo, Hermano Bartolo, Juan Redondo; á La Pipironda, Gallarda, Japona, Perra Mora, Gorrona, etc., y descargan especialmente sus iras en La Zarabanda, La Chacona y El Escarramán, tres bailes muy aplaudidos, aunque indecentes á lo sumo, repetidos en todos los teatros de España en la segunda mitad del siglo XVI, y causa principal de los anatemas de los rigoristas contra los espectáculos teatrales.