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Os pido de nuevo perdón, mi buen amigo, si mi lenguaje os ofende en lo más mínimo; pero de todos los hombres que he conocido, en ninguno, como en vos, la parte física se halla tan completamente amalgamada é identificada, si se me permite la expresión, con la parte espiritual de que aquella es el mero instrumento.

Puedo invocar los muertos y preguntarles cual es el objeto de nuestros terrores. La nada de los sepulcros quizas me responderan... ?Y si no responden?... iEl profeta sepultado respondio a la encantadora de Endor! y el rey de Esparta supo su destino futuro por las sombras de la virgen de Bizancio. Habia quitado la vida a la que amaba sin conocer que era su victima, y murio sin obtener perdon.

¡Usted siempre tan importuno! exclamó la condesa. ¡Perdón! Me daba el corazón que se estaban ustedes contando secretos... y los secretos de las señoras me fascinan. Dios no ha hecho ni puede hacer otra cosa más interesante. Me retiro añadió dando un paso hacia la puerta , pero conste que lo hago con todo el dolor de mi alma.

Entonces doña Luz, que tenía buen fondo, a pesar de su soberbia, sintió que había estado dura y áspera en demasía, y pidió perdón a doña Manolita, besándola y poco menos que llorando también. Las dos amigas vinieron a quedar de resultas mucho más amigas que antes.

Por eso San Pedro, para obtener el perdón de su culpa, no usó de las palabras, con las cuales había pecado, había mentido, había blasfemado y renegado, sino que lloró con amargo llanto y fue creído y perdonado.

Mas, te amo en mi interior, sin esperanza, Como á vírgen en ara colocada, En donde la criatura arrodillada De sus pecados el perdon alcanza. Si es una ofensa amarte en el secreto, Yo rogaré á tu bondad inmensa, Que como Dios perdona toda ofensa Perdones un amor puro y discreto.

Agradeció nuestro ofrecimiento, pidió perdón de los asaltos pasados, y ofreció de pedillo de allí adelante por amor de Dios, sin dar molestia alguna a nadie.

Aunque la Princesa y sus amigas hubiesen querido ir caballeras hasta la ermita, no hubiera sido posible. El camino era más propio de cabras que de camellos, elefantes, caballos, mulos y asnos, que, con perdón sea dicho, eran los cuadrúpedos en que se solía cabalgar en aquel reino. Por esto y por devoción fue la Princesa a pió y sin otra comitiva que sus dos confidentas.

Escribía con mayúscula las palabras a que él daba mucha importancia, como eran: amor, caridad, dulzura, perdón, época, otoño, erudito, suave, música, novia, apetito y otras varias.

En su estrado estaba doña Mencía, sola y entregada a sus rezos, en una hermosa mañana del mes de Abril, cuando su doncella Leonor entró precipitadamente, asustada y llorosa, y se echó a sus pies pidiendo perdón y refugio. Yo no tengo la culpa, señora; yo no tengo la culpa. Mi padre se enoja contra , y quiere matarme sin justo motivo.