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Hay además otra obra, titulada Euscaldun aciñaco ta ara ledabicico etorquien, etc., San Sebastián, 1826, que contiene una colección de cantos vascos populares, cuya mayor parte se canta en los bailes. Cuando el sonido del tamboril sirve para acompañar bellas frases, su belleza y significación arrastran á los bailarines que las oyen.

Se casaron en el ara del amancebamiento, y á los dos dias de unión se querían de veras y hallábanse dispuestos á morirse juntos y á partir lo poco bueno y lo mucho malo que la vida pudiera traerles.

»Una de las cláusulas del codicilo de Carlos V era que se le enterrara debajo del altar mayor del Monasterio, quedando fuera del ara la mitad del cuerpo, del pecho á la cabeza, en el sitio que pisaba el Sacerdote al decir la misa, de manera que pusiese los pies sobre él.

Yo, aunque me ciña ajorcas, zarcillos y turbante, tengo en las venas mías la sangre palpitante, la misma que en el ara oblacionó Rizal." ¡Loor a tu boca altiva, Mindanao, isla de oro, Cólquida rediviva, a donde van los Argos de un moderno Jasón! Tu increpación histórica tiene inmanente vida; es la consigna étnica de que jamás se olvida ni el hombre de Bisayas, ni el hijo de Luzón.

Le entró una risa convulsiva cuando puso su mano sobre el ara sagrada... «¿Quién me había de decir?... ¡oh, mi re Dios de mi alma que yo... ji ji ji!...». Apartó el Crucifijo que está delante de la puerta del sagrario, alargó luego el brazo; pero como no alcanzaba, alargábalo más y más, hasta que llegó a dolerle mucho de tantos estirones... Por fin, gracias a Dios, pudo abrir la puerta que sólo tocan las manos ungidas del sacerdote.

Verbo del opreso, anatema al poder, tus hojas santas, al irradiar en los cerebros muertos, de la opresión libraron una raza. Te cierro ya. En la noche de su sueño, ¡paz al patriota que escribió tus páginas! dile que sus hermanos no le olvidan, que en cada pecho se le erige un ara. Octubre, 1898.

Levantando la cortinilla, buscó un momento en el misterioso, santo y venerado hueco... ¡Oh!, no había nada. Busca por aquí, busca por allí y nada... Acordose de que no era aquel el sitio donde está la custodia, sino otro más alto. Subió al altar, puso los pies en el ara santa... Busca por aquí, por allí... ¡Ah!, por fin tropezaron sus dedos con el metálico pie de la custodia.

Esta petición es legítima, la ampara la ley, y el juez se ve precisado á presenciar, autorizar y respetar el que el santuario de la justicia se vea ahumado ante el fuego de las invocaciones, y los profundos textos del Rey Sabio interrumpidos por el cacarear de los gallos blancos que han de ser degollados en el ara, que no es, ni más ni menos que el pavimento de los estrados del juzgado.

No se extinguió en los aires vuestra palabra amada; no faltan labios jóvenes que besen vuestra cruz; y la legión de apóstoles por vos fructificada no olvida al que en la noche cayó pidiendo luz. Luz para las conciencias, para las almas todas; luz para el ara triste del olvidado altar; que aquella vuestra lámpara que se apagó en las bodas iluminó, estallando, el alma popular.

¡Callar más tiempo me oprimía el pecho! y dejando el amor su encierro estrecho, entró en el alma de la amada mía. ¡Mas vió en el templo su candor inerte y en su ara triste, al soplo de la muerte, un resplandor que en sombras se extinguía! Enero, 1920. Consagrado al periodismo, es ahora redactor de "El Debate". Antes lo fué de "La Vanguardia".