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Al sonido de aquella voz poderosa, á la vista del hábito de Santiago, del que la pronunciaba, los tudescos dominados dejaron pasar al bufón. Quevedo, á pesar de la deformidad de sus pies, que le impedía andar de prisa, corrió. En la puerta de la cámara de la reina, se entabló otra lucha con los ujieres. La autoridad de Quevedo fué allí inútil. El bufón apeló á la fuerza.

Dormí mal; mejor dicho, no dormí. Los relojes de las torres hacían vibrar sus campanas cada cuarto o cada media hora, todos con distinto timbre; ni uno solo recordaba el de la rústica iglesia de Villanueva tan reconocible por su ronco sonido. De pronto percibíase rumor de pasos en la calle.

Pero lo más raro de todo es que cuando vemos un burro, lo que menos pensamos es que de él salen los tambores. ¿Pues, y eso de que las cerillas se saquen de los huesos, y que el sonido del violín lo produzca la cola del caballo pasando por las tripas de la cabra?». Y no paraba aquí la observadora.

Dios, el mismo Dios ya no era para ella más que una idea fija, una manía, algo que se movía en su cerebro royéndolo, como un sonido de tic-tac, como el del insecto que late en las paredes y se llama el reloj de la muerte.

Finalmente, de todas las lenguas, la iténes es la mas simple en su pronunciacion, así como la mas lacónica en sus formas; frecuentemente una sola emision de sonido basta para designar un objeto. El sistema de numeracion alcanza solamente al cinco, y no tiene relacion con el número de los dedos.

Además, aun hecha la imaginaria division de sonido, tampoco nos resulta explicado el fenómeno; porque la parte del sonido sentida por A, no será sentida por B; luego jamás podrá resultar una sensacion completa.

Los cuales, puesto que fuese de noche, sonaban que de una grande legua se oyeran y vieran, y fué sobre él tan mansamente que casi no se sentía. El mozo que sintió el gobernalle y oyó el sonido de la mar, dió voces, á las cuales salió el Almirante, y fué tan presto que aun ninguno había sentido que estuviesen encallados.

El piano continuaba lanzando magníficas pero fugitivas armonías, como si obedeciese a una mano distraída, pero maestra: yo me acercaba todo conmovido, trémulo, desconcertado hacia el lugar de donde partía el sonido, y como si aquel sonido hubiera sido el medio de una atracción irresistible.

Se agitaba su vuelo en las alturas, como una alondra. Y por momentos, en la poderosa dilatación del sonido radiante, parecía a punto de alcanzar el júbilo de una maravillosa revelación.

Todas las explicaciones del mundo no harian entender al ciego de nacimiento lo que es un color, ni al sordo lo que es un sonido. El acto intelectivo pertenece á esta clase: es un hecho simple que podemos designar, mas explicar.