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La recuerdo especialmente porque conservo de ella ciertas impresiones de esas que se fijan en todos los puntos sensibles de la memoria no obstante carecer de gravedad los hechos que las motivan. Había luna, una luna deslumbrante y el gredoso camino de Villanueva y las casas blancas estaban alumbrados como si fuera pleno mediodía, con reflejos más dulces pero con igual precisión.

Al otro día, sin tomarme una hora de verdadero descanso en aquella deplorable carrera que me conducía a la yacija como animal herido que se desangra y no quiere desfallecer en medio del camino; al otro día por la tarde, casi entrada la noche, llegué a Villanueva.

Desde la ventana se descubría toda la llanura, toda Villanueva y hasta la alta mar, y me dormía escuchando el rumor del viento en los árboles y el ronquido de las olas que había arrullado a Domingo en la niñez. Al día siguiente todo recomenzaba como el anterior, con la misma plenitud de vida, la misma exactitud en las distracciones y en el trabajo.

Pero, ¡quiá!: los alzados no detienen nada, y todas las peripecias de mi viaje desde la siempre fiel á la siempre rebelde se redujeron á tres ó cuatro momentos de pánico, pronto disipado, y á una serie que parecía interminable de escenas cómicas, la primera de las cuales se desarrolló en Villanueva y la última en la estación de esta ciudad.

El cazador aquel describía en torno de Villanueva análoga evolución que nosotros, determinada por la dirección del viento que soplaba del este y por las querencias, bastante seguras y conocidas de la caza. Durante todo el resto del día le tuvimos a la vista, y aunque separados por algunos centenares de metros, podíamos seguir la misma ruta que él como él podía seguir la nuestra.

¿Pero qué estrategia es ésa, ni a qué conduce atacar a Bailén? dijo Santorcaz, atrayendo en su alrededor un círculo de soldados . ¿No dices que la división Vedel salió de Bailén y está ya sobre Andújar? ; así lo decían en Villanueva. Pues si no hay enemigos en Bailén, ¿qué es eso de atacar a Bailén?

Cuéntase, con detalles más o menos dramáticos, que por el protonotario don Jerónimo de Villanueva, patrono del convento de religiosas de San Plácido, supo Felipe IV que en él había una monja de singular belleza llamada Margarita: viola, prendose de ella y con ayuda del patrono intentó enamorarla.

Dormí mal; mejor dicho, no dormí. Los relojes de las torres hacían vibrar sus campanas cada cuarto o cada media hora, todos con distinto timbre; ni uno solo recordaba el de la rústica iglesia de Villanueva tan reconocible por su ronco sonido. De pronto percibíase rumor de pasos en la calle.

D. Paco ha ido a buscarlas y dará con ellas... Ahora está hablando otro, y dice que aquel no tiene razón. ¿Cómo entendemos esto? Otro orador usó de la palabra, pero por poco tiempo. Parece que ahora tratan de otro asunto dijo la muchacha, observando siempre . Y allí se ha levantado uno que saca un papel y lo lee. Se me figura que ese es D. Joaquín Lorenzo Villanueva, el diputado por Valencia.

Cuando ya nos acercábamos a Villanueva señalé a lo lejos la carretera, blanquecina que saliendo del pueblo se extiende en línea recta hasta el horizonte. He ahí la carretera de Ormessón.