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El retórico extendió su mano para atajarle y sin hacerle caso volvió a repetir con más énfasis: «Si el escritor insigne a quien Leporello moteja pudiera descender a responderle; si la pluma brillante que ha trazado los prodigiosos versos de Magdalena pudiera mancharse una sola vez, etcGarcía, trémulo y gritando como un energúmeno, concluyó al cabo la lectura del artículo.

Y se precipitó por la escalera que conducía a la cala silbando un motete. ¡Pero exclamó el desgraciado Santiago, trémulo y aturdido , yo no he dicho que...!

Odiaba al verro; sentía como una vaga ofensa inferida a su persona al ver el terror que inspiraba a todos. ¿Y no habría quien le diese una bofetada a este fantasmón venido del presidio?... Un atlot avanzó hasta Margalida, tomándola la mano. Era el Cantó, sudoroso y trémulo aún por su reciente fatiga. Erguíase, como si su debilidad fuese una nueva fuerza.

Al abrirle la puerta, no se admiró Fortunata de lo descompuesto que venía, porque ya no eran nuevas aquellas inesperadas apariciones. «Supongo dijo él con trémulo labio , que no me lo negarás ahora... Puede que mi tía lo niegue... ¡es tan hipócrita...! Pero no, eres mala y sincera. Cuando das el golpe mortal lo dices, ¿verdad?

Estaba trémulo, y quizás la misma emoción hízole distinguir bruscamente a las doncellas sentadas a la morisca, sobre almohadas de terciopelo, y a los sonrientes galanes que las atendían, doblando la rodilla sobre el corcho. Ramiro, después de los saludos, fue a postrarse junto a Beatriz. Su confusión era enorme.

Pues yo te digo... agregó Nicolás descompuesto, trémulo y no sabiendo si amenazar con los puños o simplemente con las palabras , yo te digo que eres un chisgarabís. ¿Qué alboroto es este? clamó doña Lupe entrando a poner paz . ¡Vaya con los caballeros estos! Ya les dije otra vez a los señores ojalateros, que cuando quisieran disputar por alto se fueran a hacerlo a la calle.

Las mulillas estaban en la plaza: una trinca para recoger los caballos muertos, otra para llevarse a rastras el cadáver del toro. Carmen vio venir por debajo de las arcadas a su cuñado. Aún estaba trémulo de entusiasmo por lo que había visto. Juan... ¡colosal! Está esta tarde como nunca. No tengas mieo. ¡Si ese chico se come los toros vivos!

Pero la dama, como si no advirtiera su turbación ni concediera importancia a sus propias palabras, saltaba inmediatamente a otro asunto. Parecía que tenía gusto en sofocarle, en mantenerle agitado y trémulo. Y en las miradas fugaces que de vez en cuando le lanzaba reflejábase un sentimiento de superioridad, la benévola ironía del que está jugando a otro una burla que ha de terminar en bien.

Así las aguas de un arroyo descienden mucho más abajo de los bordes herbosos que limitan el antiguo ancho de su lecho, para volverse el trémulo hilo de agua que se traga un surco en la arena estéril. Pero por el día de Navidad de ese decimoquinto año, otro grande acontecimiento se produjo en la existencia de Marner, y su historia se confundió de un modo singular con la vida de sus vecinos.

¡Pero usted me compromete! dijo don Simón, trémulo de gusto, al recibir aquella rociada de piropos-. ¿Y si no llego a dar esas reuniones? No habrá nada de lo dicho, y en paz. Pero ¿qué ha de hacer usted sino darlas? Los hombres ricos e ilustrados y que, como usted, tienen además una señora modelo de elegancia y de agrado, y una hija, conjunto de todos los hechizos imaginables...