United States or Falkland Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Veinticuatro años antes, cuando el señor Francisco Montiño sólo era oficial de la cocina de la infanta de Portugal doña Juana, es decir, cuando se encontraba al principio de su carrera, había recibido de su hermano Jerónimo la lacónica carta siguiente: «Hoy día del evangelista San Marcos, ha dado á luz mi mujer un hijo: te lo aviso para que sepas que tienes un criado á quien mandar

Podrá ser dijo el ciego, que aquel día estaba muy lacónico. La Nela no estaba lacónica sino muda. Cuando se acercaron a la concavidad de la Terrible, Florentina admiró el espectáculo sorprendente que ofrecían las rocas cretáceas, subsistentes en medio del terreno después de arrancado el mineral.

Era ya casi de noche, y en la sacristanesca pieza oscura cada uno de los personajes veía a su interlocutor como si fuera su propia sombra. Levantose Salvador de su asiento y despidiose del guerrillero con esta lacónica frase: Adiós. No te buscaré. Si llegas alguna vez a mi puerta, según como llames a ella te responderé.

Faltaba también el tío Frasquito, que, con gran indignación de Currita, no se había tomado el trabajo de disculpar su ausencia; y faltaba Leopoldina Pastor, que la había disculpado tan sólo con una lacónica esquelita, diciendo que un indecente orzuelo le había aparecido en un ojo, poniendola de humor malísimo.

La abrió precipitadamente, y miró la firma. Era de su padre también. Leyó enseguida la fecha y vio que la carta estaba escrita hacía más de quince años. La carta era lacónica. No contenía más que estas palabras: «Querida hija: El portador de esta carta será don Gregorio Salinas, escribano de Madrid, persona de toda mi confianza.

Su mano poderosa apartó á la mujer, y ésta se sintió perdida, ante aquellos ojos fríos que parecían no verla, como si su atención, su pensamiento, su alma, pasasen por encima de ella para ir lejos, muy lejos. Después, la voz del marido sonó en el silencio de la habitación, lacónica, triste y monótona: Es tarde, Cristina, es tarde.

Pero en vez de él llegó a vueltas de correo la lacónica carta siguiente: «Cuando te casas, tu esposa debe ser un prodigio. Me alegro de tu resolución, porque el matrimonio te dará una vida nueva. Quiera Dios que seas más feliz que yo lo he sido.

Ya pasaba de los sesenta la por tantos títulos infeliz Doña Francisca Juárez de Zapata, conocida en los años de aquella su decadencia lastimosa por doña Paca, a secas, con lacónica y plebeya familiaridad.

El palacio de los Ozores era de don Carlos; sus hermanas se lo dijeron en otra carta fría y lacónica: «Estaban dispuestas a abandonarlo, si él lo exigía; sólo le pedían que pensase cómo se había de conservar aquel resto precioso de tanta nobleza».

Finalmente, de todas las lenguas, la iténes es la mas simple en su pronunciacion, así como la mas lacónica en sus formas; frecuentemente una sola emision de sonido basta para designar un objeto. El sistema de numeracion alcanza solamente al cinco, y no tiene relacion con el número de los dedos.